La dictadura de la audiencia

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

Los índices de audiencia se han convertido en el filtro que condiciona la misma permanencia de un programa de variedades, las series y los concursos televisivos...

            Este dominio y dependencia de los índices de audiencia se hacen insoportable cuando se potencian en estos programas actitudes de violencia y permisividad sexual, descaro y chismorreo abusivo que atentan contra la dignidad y la intimidad de personajes con cierta notoriedad social, críticas despiadadas a personas con cierta popularidad y ataques abusivos contra instituciones. Además las creencias religiosas, en especial las cristianas, se convierten en asuntos criticables, reducidas a opiniones y asuntos privados y subjetivos. Todo ello avalado por audiencias millonarias y grandes inversiones de grandes compañías publicitando sus productos.

            Ocurre que las televisiones públicas, financiadas por el Estado y las Comunidades Autonómicas, ¡con dinero público!-, han entrado en esta espiral y en un dinamismo peligroso, ajeno al respeto de las creencias religiosas de los ciudadanos, la intimidad y la integridad de toda persona, la tolerancia y la libertad de todas las opiniones... reconocidas en la carta magna de nuestro país, la Constitución Española.

            En la cultura dominante las concepciones del hombre se han convertido en auténticos sistemas de pensamiento que tienden a excluir a Dios, creyendo que de esta forma afirman la primacía del hombre, en nombre de su pleno y libre desarrollo, de su dignidad y de su libertad... Pero, a decir verdad, la eliminación de la trascendente y religiosa del hombre se convierte en una amenaza para la sociedad y para el mismo hombre.

            Ocurre algo curioso: los índices de audiencia son los que en el fondo permiten la permanencia de un programa o de un presentador en la pantalla, llegando a ser como una "dictadura real" que condiciona la misma percepción de la realidad por parte de la mayor parte de los espectadores e imponiendo cánones y criterios de opinión.

            Mientras muchos ciudadanos avalan con su apoyo la permanencia de programa de tales características y favorecen el crecimiento de los índices de audiencia que refuerzan los gustos y las preferencias para mantener un programa en antena, otros comprenden con pena la influencia nefasta de tales actitudes y tendencias en el desarrollo de los niños, los jóvenes y, en general, de todos los habitantes de nuestra sociedad concreta.