El miedo

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                

          El miedo constituye uno de los mecanismos más fuertes en la integración del individuo en la sociedad. El individuo busca, en la mayor parte de los casos, un beneficio en su relación con la sociedad, que no siempre es material.

 

Ahora bien, cuando se vislumbra en el horizonte una pérdida de estabilidad o de poder (económico, político, religioso, social, etc.), entonces el individuo, e incluso colectivos enteros, se repliegan sobre sí mismos y afloran posturas agresivas y desequilibradas.

 

Hoy asistimos a una época tremendamente movediza. La seguridad es un requisito cada día menos estable y más codiciado. El paro, la falta de perspectivas en un futuro cada día más incierto, el precario estado del trabajo en las economías de mercado, el reclamo de una cultura cada vez más fragmentaria, la caída en picado de la práctica religiosa en las sociedades modernas, el recelo de la política, el auge de posturas neofascistas y extremistas, la falta de solidaridad y de injusticia, la crisis de las grandes ideologías que marcaron una época, etc. son realidades que hacen de esta época una amenaza para muchos grupos sociales.

 

La seguridad genera en el hombre un apego del corazón hacia las posesiones con tal seguridad que le hace anclarse en el egoísmo más primario. En realidad,  la seguridad da al que la posee dos poderes que, en muchos momentos, luchan entre sí. Por un lado, ancla en su interior la fuerza de sentirse alejado de los contratiempos y la pobreza, y, por otro lado, le inyecta el veneno del miedo terrible  a perder esa misma seguridad, mirando con recelo a los que les rodean y las misma trayectoria histórica.

 

Mientras tanto, avalados por ese temor,  se atrincheran posturas cada día más egoístas y menos abiertas, al tiempo que se anclan en el espíritu social los miedos más dispares, que condicionan las relaciones entre los individuos, provocando grupos cerrados y posturas menos tolerantes.

 

Cuando se refuerzan socialmente y consiguen aplauso las posturas más refractarias, cuando la referencia social muy a menudo son la corrupción y el desengaño, entonces aparecen nuevos videntes que reclaman nuevos tiempos para la intolerancia, dando alas a la añoranza antidemocrática.