Dios nos ama

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

El hombre es una "caña que piensa" (Pascal), un ser indefenso y rodeado de limitaciones, anclado en múltiples miedos e inseguridades. Este hombre necesita un "Algo", o mejor dicho un "Alguien", que pueda satisfacer su apetito existencial y su vacío interior.

Es aquí, desde el desvalimiento existencial, cuando brota con fuerza la revelación divina "Dios te ama".

Cuando aumenta la insatisfacción y la ansiedad que genera desequilibrios psíquicos, entonces brota con fuerza la frase lapidaria de Jesús: "Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor" (Jn 15,9).

Cuando resurge con fuerza la soledad y los recelos más dispares, entonces aparece como un susurro en la noche: "No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os ha llamado amigos" (Jn 15,15a).

Cuando la venganza y la reacción instintiva del odio brotan por doquier, entonces el perdón misericordioso de Dios llega al corazón del hombre como un bálsamo que destruye la sombra.

Cuando el hombre se esconde en la noche de su propio egoísmo, entonces se oye con más nitidez el eco de una voz distinta: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" (1 Pe 1,3).

Cuando la sociedad reclama cada día mayores competencias y la historia arrincona a los más débiles, entonces el "rehabilitador de hombres", Jesucristo, proclama un perdón para todos.

¡Sí, hoy necesitamos encontrar un mensaje revolucionario que eclipse lo oscuro y favorezca lo eterno! ¡Sí, una llamada que nos mantenga despiertos y nos lance hacia el futuro con entusiasmo y esperanza! ¡Sí, un clamor que llene el corazón del hombre, herido por tantos desalientos, y nos diga en lo más hondo de la conciencia que Dios nos ama más allá de nuestras debilidades y nuestros desalientos!