Dios ha muerto

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                          

                   

En un país lejano un verdugo publicó un edicto: "queda decretado que nadie crea en Dios. Se prohíbe asistir a los templos y estos lugares serán convertidos en mercados, salas de recreo y bancos.

Desde hoy queda prohibido que los hombres suspiren un futuro mejor y el clamor de la esperanza. Nadie tendrá derecho a quejarse de su pena y su sufrimiento. Nadie anclará sus sueños más allá de lo inmanente y todo aquel que nombre a Dios será considerado como enemigo público y desprecio de la raza humana.

Queda decretado que el vacío existencial se imponga como norma y que desaparezca del lenguaje cotidiano el nombre de Dios. Jamás nadie relacione la esperanza de un mundo mejor y los deseos de cambio con este concepto, prohibido ya en mi reino. Queda decretado que Dios ha muerto y nadie pronunciará su nombre en esta tierra so pena de ser expulsado de ella".

 

Y cuentan que muchos hombres y mujeres, en el silencio de la noche, dudaban de su increencia y rezaban sin palabras al Dios de sus padres. Y jamás pudo ser abolida totalmente la creencia en un Dios por la fuerza.

 

Preguntaron a un anciano ¿cómo podía rezar sin templos? Y él añadió: "Mi templo es mi corazón que palpita y contempla a las estrellas".