Dioses de barro

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

        

Cuando el hombre absolutiza a personas y cosas entonces surgen dependencias patológicas que rompen la armonía de la perfección y nos anclamos como parásitos en la idolatría.

 

Cuando idolatramos a las personas entonces nadie puede verse libre de las ataduras invisibles del escándalo y tememos con estupor que alguien al que hemos idolatrado tenga defectos y algún que otro fallo.

 

Si tú no eres capaz de reconocer la vulnerabilidad de los humanos y solamente reconoces como absoluto al Dios invisible, el Totalmente Otro, el  único Santo, sabrás que te anclarás en la medianía y que tarde o temprano te defraudarán los que has ensalzado y solamente irás en busca de dioses de barro, que nada te comprometan, nada te inquieten y nada te exijan.

 

Sólo entonces descubrirás que el camino que elegiste estaba desde el principio equivocado, y que alguien te susurró al oído: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).