Correo XXXII: Consejos para Ana

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

   

Ana: 

Intenta en los momentos de la vida abandonar la cobardía y amarte con las galas de la valentía. 

Tú solo abrirás con tu llave invisible la puerta de la intimidad y lucharás, cual se tratara de una heroína, contra los fantasmas que desean arrasar los huecos de los cuentos. 

Abandona la hipocresía, que te hace abandonar el camino de la sinceridad y te hace bajar a las cuevas de los disfraces, y lánzate a la aventura para redimir tus pensamientos desde el dominio interior de tu voluntad. 

En tu mundo, tu pequeño mundo, los aliados de la nada van arrasando lo que encuentran a su paso. ¿Acaso vas a permitir que tu riqueza espiritual sea aniquilada como si no existiese? ¿Vas a dejar que tu pasado se desvanezca y deje que domine la nada?

¡No, por favor, huye del egoísmo y de la envidia, y déjate llevar por las sendas de la entrega y la generosidad!

Tú misma querrás, por momentos, no haber nacido, e incluso te sentirás perdida o sola, tal vez querrás desaparecer para siempre. Pero nunca te canses de hacer el bien, aunque muchos te digan que “eres una antigua” y que “eres imbécil”. 

Intenta, Ana, siempre, a tiempo y a destiempo, de optar siempre por el amor y prestar tu corazón a los sufren a tu alrededor. ¡Sé una auténtica buena samaritana en el camino de la vida!

Jamás te dejes llevar por el desánimo y pon en tu interior el fuego de los ideales más auténticos, del tesoro más precioso que ha hecho grandes a los seres humanos y a los pueblos. 

Nunca intentes ver “la paja en el ojo de tu hermano” sin antes reparar en “la viga que obstruye el tuyo”. ¡Ten compasión de los fallos del otro y nunca te conviertas en su juez sin misericordia!

Busca sin desfallecer un mundo más auténtico y solidario, más justo y más fraterno, más “casa de todos” que “infierno dominado por la ley de la selva”. 

Intenta, Ana, ser capaz de ver en el rostro del que te rodea a un hermano y nunca antepongas en tus relaciones humanas lo que te separa antes de meditar en lo que te une a esa persona. De lo contrario, tus diferencias serán un muro que destruye y margina. 

Busca sin desfallecer la senda del amor, que será el único camino capaz de liberar y salvar a la humanidad. 

Descubre, Ana, que eres única e irrepetible, y que eres especial a los ojos de Dios. 

¡Seguro que esa identidad encontrarás todo lo que necesitas para vivir, para superarte y para crecer!



Un amigo.