Correo LXIV: Ana y las razones para seguir en la Iglesia 

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana:


Me comentas vivamente que uno de tus “mejores tesoros” son los correos que te mando con regularidad y que llegan a tu ordenador como “agua fresca en una tarde de verano”. ¡Gracias por esta confesión que me hace llenar de satisfacción y de felicidad!

Verdaderamente, las palabras llegan como bálsamo que aquieta nuestro espíritu y nos hace “leer y releer” cada intención escondida en sus formas. ¡Cuánto cariño, complicidad, misericordia y sabiduría se esconden en ellas! ¡Gracias de nuevo! 

Me preguntas por qué sigo en la Iglesia Católica. Tu pregunta corta pero directa me ha dejado sobrecogido por algunos días. 
He querido darte una respuesta auténtica. ¡Estarás conmigo que en ocasiones las palabras propias son torpes para expresar lo que sientes y que en las palabras de otros encuentran la medida exacta y las palabras adecuadas, y yo las he encontrado en unas palabras de Hans Küng. 
Le preguntaron en cierta ocasión la misma pregunta que tú me has hecho: “¿por qué sigue en la Iglesia?” Y este teólogo contestó: “He recibido demasiado en la comunidad de fe para poder defraudar ahora a aquellos que se han comprometido conmigo. ... No renunciaré a la eficacia en la Iglesia. Las alternativas –otra Iglesia, sin Iglesia- no me convencen... ¿No sería más emocionante, interesante, exigente –a pesar de todo- y finalmente más reconfortante y fructífero luchar por un “cristianismo con rostro humano” en esta Iglesia concreta, en la que al menos sé con quién me comprometo?... Mi respuesta decisiva sería: permanezco en la Iglesia porque el asunto de Jesús me ha convencido, y porque la comunidad eclesial en y a pesar de todo fallo ha sido la defensora de la causa de Jesucristo y así debe seguir siendo”.

Y precisamente, Ana, ésta es la respuesta que tú quiero darte a tu pregunta: Sigo en la Iglesia porque la causa de Jesucristo me ha convencido, y que las alternativas “otra Iglesia” y “sin Iglesia” no me convencen. 

La alternativa “otra Iglesia” tiene su memoria muy corta. En cierta ocasión, al político O´Comnell, líder irlandés que luchó contra la tiranía de Inglaterra en Irlanda y ansió la independencia de su país, fue criticado y tachado de “papista” en el parlamento. Entonces O´Comnell respondió: “Pretendéis molestarme con esa palabra y me hacéis un honor. Sí, me glorío de ser papista, porque papista quiere decir que mi fe se remonta hasta Jesucristo, mientras que la vuestra no pasa de Enrique VIII y de Isabel. Papista quiere decir que estoy en la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro contra la cual no prevalecerá el infierno”.

¡Ana, qué bien sabía O´Comnell que el Papa perpetúa en la historia de la Iglesia y en la historia de los hombres el callado de Pedro, el pescador!

¡Qué bien sabía este líder irlandés que la Iglesia católica es la Iglesia madre y la que nos une con la Iglesia primitiva e incluso con las mismas huellas de Jesús.

Un amigo.