Correo LXXXV: Ana y las oportunidades de la vida 

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana: 

La vida es como un caballo de Troya en cuyo vientre sonríen grandes oportunidades y posibilidades. Disraeli, psicólogo y escritor, decía que el secreto del éxito consiste en estar preparados para nuestra oportunidad cuando ella se presente. 

¡Crece continuamente en el arte de valorar las pequeñas y grandes oportunidades que se presenten en tu vida, porque cada día que amanece es una oportunidad para llegar a la perfección humana, a la madurez humana y al conocimiento pleno de la realidad!

Un refrán árabe nos dice que hay cuatro cosas que no vuelven: la palabra pronunciada, la flecha disparada, la experiencia tenida y la oportunidad desperdiciada. ¿No crees que si hiciéramos una lista de oportunidades desperdiciadas sería interminable?

Seguramente descubrirás por ti misma que lo importante no es caerse sino levantarse, no es pecar sino arrepentirse, no es herir sino curar, no es molestar sino pedir perdón. 

En el transitar de nuestra existencia, el secreto mismo de la sabiduría está en valorar lo sencillo. Sabio no es aquel que sabe mucho sino el que es capaz de descubrir la grandeza en lo pequeño. Sabio no es aquel que afirma con contundencia lo que sabe sino el que reconoce humildemente lo mucho que le queda por saber. Sabio no es aquel que en medio del cielo estrellado, en medio de la noche, es capaz de intuir las huellas de los rayos matutinos del sol. 

Ana, “no llores porque no veas el sol, pues tus lágrimas te impedirán ver las estrellas”. Saborea la vida como un regalo de Dios. 



Y saborear al vida en todo su intensidad, conlleva hacer una opción por la sencillez y la humildad, claves para vivir en verdad. 

Nuestra sociedad y nuestra cultura se ha cimentado en la hipocresía y en el engaño, en la apariencia y el disimulo. Vivimos en una sociedad tremendamente hipócrita y aparentemente tolerante, superficialmente madura y artificialmente engañosa.

Mil cosas tenemos en casa y la mayor parte de ellas aparentan ser lo que no son: escayola que parece hierro, marmolina que parece madera, papel que parece yeso... y eso mismo se ha impuesto en nuestro entorno: la cultura del engaño y el disimulo.

Y hoy, para que el ser humano encuentre el calor existencial que necesita para su crecimiento interior y sacarlo de la noche oscura que vivimos debe de sentir como urgencia la llamada a vivir el octavo mandamiento de la ley de Dios: "No dirás falsos testimonios ni mentirás".

Y bien sabemos, por experiencia propia, que este reclamo es condición necesaria para caminar hacia el ser humano auténtico y realizado. ¿No crees?

Un amigo.