Correo LXIX: Ana y la "Muerte de Dios en las atalayas de la cultura"

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

   

Ana: 

La cultura contemporánea dominante, satisfecha de sus propios límites y negada a admitir cualquier planteamiento que asuma realidades trascendentales o planteamientos de un Dios personal que actúa y dirige la historia, sentencia que “Dios ha muerto”.

A medida que la realidad se hace más explicable en su propia inmanencia y aboga encarecidamente por su propio razonamiento, las interpretaciones de religiones concretas van perdiendo credibilidad y son atacadas en beneficio de la propia sospecha. 

La interpretación ortodoxa cristiana y la misma transmisión de la concepción del Jesús histórico en el seno de las Iglesias cristianas son puestas en entredicho, si bien en el horizonte actual se da como principio, en la mayor parte de la gente, un cierto deísmo impersonal y difuso. 

La religión cristiana, otrora satisfecha de su propia dominancia y vencedora en la batalla histórica contra el paganismo, parece quedarse sin argumentos ante la extensión de posturas pragmáticas, agnósticas y ateas en las esferas más dispares de la sociedad. 

Verdaderamente hay un interés para silenciar la huella de Dios en la cultura dominante y en los medios de comunicación social, dominados y dirigidos por grandes dueños de capital, empeñados por acallar el nombre de Dios, y más en concreto la presencia cristiana. En este marco ideológico podemos enmarcar la poblemática que se ha suscitado en la Comunidad Europea acerca de expresar o no en la Nueva Constitución Europea las raíces cristianas de la misma. 

Ana, no sólo se ha proclamado en las atalayas de la cultura la “muerte de Dios”, sino que se han propuesto eliminarlo incluso de la conciencia y del corazón del hombre mismo. 

Sin duda alguna, cuando del horizonte social se arrincona el fundamento de la realidad misma como entidad absoluta y el sustento mismo del sentido global de la misma persona como Totalmente Otro, entonces el hombre mismo se siente amenazado, se legitiman las actitudes más atroces contra el mismo hombre y se relativizan los mismos valores donde se debe anclar la convivencia social. 

En los planteamientos filosóficos de la mismas posturas que abogan por la “muerte de Dios” están la dignidad del hombre mismo y el auge de su misma libertad, pero la experiencia nos confirma, por muy silenciosa que la quieran manifestar, que negar a Dios lo único que conlleva es amenazar la historia misma del hombre mismo en su realidad individual y grupal. 

Todos estos planteamientos son desafíos para el anuncio mismo de la Iglesia en esta cultura occidental. La pregunta clave en la evangelización actual probablemente sea el cómo anclar la existencia de Dios y cómo anunciar a Dios en una cultura dominante que ha concebido el lenguaje religioso como hipótesis no verificables ni demostrables que jamás podrán ser confrontadas con la realidad de una manera absoluta. 

Un amigo.