Correo LXVIII: Ana y la existencia de Dios (II)

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

   

Estimada Ana: 

Tu correo anterior me dejó pensativo y siento interiormente que debía profundizar en la pregunta que os inquieta “de manera veloz” a tantos jóvenes acerca de la existencia de Dios! 

En ocasiones, así nos ha pasado a todos en esas edades donde se “despierta a todo” y se siente una tentación irresistible hacia todo lo prohibido y lo nuevo, descubrimos el pensamiento de los “grandes maestros de la sospecha” que nos hacen enfrentarnos a nuestras propias creencias y hacen tambalear nuestros propios “soportes existenciales”. 

No pienses que Dios es un rival del hombre que disputa su gloria y aniquila su responsabilidad en este mundo. 

No creas que Dios es un enemigo para la andadura de la humanidad que es necesario eliminar para acabar con la miseria y la explotación en el devenir histórico de la humanidad. 

No creas que Dios es un “imposible del absurdo” y que la misma existencia es un absurdo, avocada a la nada y al vacío. 

No te convenzas que no necesitamos a Dios simplemente porque podemos solucionar algunos problemas sin referencia a Él y a la oración. 

No te pienses que la vida misma no te depara conflictos simplemente porque no te plantees grandes preguntas existenciales y que tu vida será más llevadera sin acordarte de Él. 

Ana, no creas que sin Dios la vida resulta más fácil y que te exige menos renuncias y sacrificios. 

No pienses que Dios queda lejos porque tu vida cotidiana está demasiada enmarcada en lo inmediato y en lo material. 

Piensa que el hombre es un “ser antológicamente religado” (Xavier Zubiri), que necesita de un “Tú Absoluto” para llenar esta exigencia radical del propio hombre. 

Piensa que Dios debe ser conocido, alabado, glorificado y ensalzado desde tu propia existencia y desde la contemplación de lo “existente”. 

Ana, no puedo concebir una historia sin Dios. A veces, cuando se oscurece en nuestro caminar la huella del Eterno el rostro del hombre se hace más deforme y su presencia más insoportable.

¿Qué nos queda si nos arrebatan la creencia en Dios y nos obligan a sumergirnos en esta historia tan cargada de cruces y tan madraza en sus cimientos?

¿Qué esperanzas corren las víctimas de ayer, de hoy y de siempre si esta historia termina en la muerte y sus mejores arpegios son la guerra, la competencia y la violencia?

¡Por favor, resístete a instalarte en esta historia sin la melodía de Dios que da una respuesta al problema del mal y sella con su presencia los huecos de nuestra dramática existencia.

Un amigo.