Correo LXXXIV: Ana y la diferencia cualitativa del hombre

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana: 

Gracias por tu respuesta al correo anterior. Decías con lágrimas en los ojos que aquellas palabras que llegaban a tu corazón eran agua fresca en medio del desierto y que te habían ayudado a serenarte y no ser “terrorista de la historia”. ¡Gracias por tu respuesta tan agradecida y tan viva!

Me comentaste que el otro día con un grupo de amigos reflexionasteis acerca de la distinción entre el ser humano y el resto de los animales. ¡Y, después de tanta discusión y debates, te preguntas si realmente hay mucha diferencia!

Has leído un comentario de Marlo Brando que te ha hecho mucha gracia, al tiempo que transmite mucha desconfianza hacia el género humano: “Soy curioso como un simio. Combativo como un oso. Feroz como un tigre. Terco como una mula. En resumen, el animal al que más me parezco sigue siendo el hombre”.

Ana, el ser humano se distingue del resto de los animales, no solamente de manera cuantitativa sino cualitativamente. Se podría subrayar muchas diferencias que en su transitar histórico son evidentes. 

Una de ellas sería que el hombre es un “animal generador de cultura”. 

Otra sería que el hombre es el “animal con capacidad de pensar” y un “ser racional”. 

Otra sería que el hombre, a diferencia del resto de los animales, es el “animal con capacidad de aprendizaje” y gestador de situaciones nuevas que van más allá de su registro genético. 

Muchas otras diferencias podrían señalarse, pero, sin duda alguna, la distinción más auténtica es que el ser humano es el “animal que ha recibido el don de amar y ser amado!

¡Sin duda alguna, el ser humano sin amor se acerca más al lado salvaje y lo aparta de los sueños más fuertes de los hijos más buenos de la humanidad, siempre preocupados por alcanzar las cotas más grandes del amor! 

El ser humano, en su esencia más profunda, es un “animal hambriento de amor” y con “capacidad de amar y ser amado”. 

En su más auténtica contemplación, desde un esquema ascendente de necesidades, el ser humano es un peregrino en los caminos de la vida que reclama amor, solamente amor. 

Muchos piensan que esa sed interior puede ser satisfecha con cosas. Y asocian la felicidad al concepto tener… Y descubren, no sin haber recorrido el camino sin éxito, que los bienes no satisfacen al hombre en lo hondo. 

El hombre mismo en su tendencia a “lo infinito en su finitud” descubre que su capacidad de amar no puede reducirse a sus “pequeños amores”, sino que alcanza al Misterio en toda su profundidad y en toda su grandeza. 

Giuletta Massina, una de las actrices europeas más importantes de todos los tiempos y la actriz predilecta de Fellini, comentaba: “Sería incapaz de vivir sin amor; hacia mí misma, hacia los demás. Hubo un tiempo en que quise encerrarme en mi egoísmo, pero no lo conseguí. Resulta mejor sufrir por amor que convertirse en rama seca, quemada por dentro por la heladora ausencia de sentimientos”.

Un amigo.