Correo XLIII: Ana y la aspiración para ser libre

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana: 

¿Cómo entiendo tu ansia de libertad y tu deseo más profundo para ser tú misma? ¿Cómo comprendo que en lo más íntimo de ti misma tengas el anhelo para liberarte de tus cadenas más ocultas que te encadenan a tu propio deseo y a tu propio egoísmo? 

Te rogaría que no desvincules esa aspiración de libertad de tu propia fe y de Jesús de Nazaret porque la libertad del propio Jesús es uno de los aspectos de su propia personalidad más relevantes. 

Ciertamente es estimulante encontrar en la historia humana, a veces tan cargada de crímenes e injusticias, grandes personas que han luchado consigo mismas y contra el miedo, y se han lanzado a vivir criticando a las instituciones y personas que han querido ahogar los derechos humanos. ¡Es un grito que recupera la confianza en el ser humano!

Y, verdaderamente, la libertad de Jesús de Nazaret es uno de los aspectos de su personalidad que más sintoniza con el hombre y la mujer de hoy, deseosos de superar los condicionamientos que vive y reclamando soportes que les sirvan de apoyos existenciales para “seguir vivos”. 

Ana, pienso que Jesús de Nazaret debe de convertirse en el gran paladín para acceder a una libertad siempre pedida, siempre reclamada, siempre pendiente, y nos abra hacia una cultura cada día más tolerante, más humana, más fraterna, más solidaria, más personalizada.

La muerte de Jesús no es un hecho cruel desvinculado de toda su trayectoria personal, marcada por la libertad. Su muerte es consecuencia de su manera de vivir: su manera de relativizar las tradiciones y las leyes consideradas sagradas para los israelitas; su peculiar forma de interpretar las palabras y las sentencias de la Torá, presentadas como palabra definitiva de Dios a los israelitas por mano de Moisés; su pretendida autoridad y su atrevimiento para proclamase el Mesías y el Enviado; su acercamiento a los desheredados y pecadores de aquel tiempo; sus ataques a la autoridad religiosa y al Templo de Jerusalén, considerado como verdadera mediación entre Dios y el hombre judío; su independencia para no identificarse ni integrarse en ningún grupo influyente de aquel tiempo; su arrolladora seducción para conectar con las masas sin reivindicar la autoría de ningún grupo espiritual de importancia; su desafiante relación con el Dios de los padres (el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de Moisés), provocando a los religiosos llamando a este Dios de los padres con el término vulgar de "Abba" (papaíto);... Todo ello desde una descarada y provocadora libertad.


Un amigo.