Correo LCII: Ana y el testimonio de Edith Stein (I)

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana: 

En tu último correo me has recordado con emoción el testimonio de François Xavier Ngyên Van Thuân. ¡Y me pides que te mande algún testimonio de otro cristiano ejemplar¡ ¡Te has levantado esta mañana con necesidad de tener un referente de grandes hombres y mujeres más allá de los grandes “famosos de la televisión”, cuyos mejores méritos es tener un cuerpo espectacular, enamorarse de un famoso o criticar “a muerte” al que fue su compañero o compañera sentimental!

He querido entresacar entre mis “santos predilectos” a una mujer ejemplar: Edith Stein. En su beatificación en Colonia, el 1 de Mayo del 1987, el Papa Juan Pablo II pronunció estas palabras maravillosas: "Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy...; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios". 

Ana, Edith Stein vivió una existencia ansiosa por la verdad. Nació judía, se hizo atea, se convirtió en cristiana, se hizo monja carmelita de clausura y murió mártir. ¿No te parece una vida excepcional, llena de la presencia de Dios?

Edith Stein era la menor de once hermanos. Nació en Breslau el 12 de Octubre en el año 1891. Su padre era comerciante de maderas y murió cuando Edith cumplió dos años. Su madre era una mujer muy religiosa que debió hacerse cargo de su gran familia numerosa. Edith perdió la fe en Dios. Ella misma comentaba: “Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar”. 
Obtuvo la reválida en 1911 de manera brillante y entró a formar parte de la organización “Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto”. Su verdadero interés era la Filosofía, aunque comenzó a estudiar germanística e Historia en la Universidad de Breslau. 
En el año 1913, Edith se fue a Gottinga para asistir a las clases de Edmund Husserl, de quién llegó a se discípula y asistente. Allí conoció al filósofo Max Scheler que le atrajo al “mundo católico”. En el año 1916, Edith siguó a Husserl a Friburgo y octuvo el doctorado “summa cum laude” con una tesis “sobre el problema de la empatía”. En este tiempo, todavía anclada en el ateísmo, le impresionó una experiencia que nunca pudo olvidar. La misma Edith comentaba más tarde: “entramos un minuto en la catedral, y mientras estábamos allí en respetuoso silencio, llegó una mujer con su cesta de la compra y se arrodilló en un banco para hacer una breve oración. Esto era para mí algo totalmente nuevo. A las sinagogas y a las iglesias protestantes, que yo había visitado, se iba solamente para los oficios religiosos. Pero aquí alguien acudía en medio de sus ocupaciones diarias a una iglesia vacía, como para un diálogo confidencial. Esto no lo he podido olvidar nunca”. ¡Continuará! 


Un amigo.