Correo LIX: Ana y el Salmo 61

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

   

Ana: 

 

Me comentas vivamente que vivimos en un tiempo cambiante ¡Si, tienes razón!

Vivimos en una época cambiante que genera en muchos hombres y mujeres muchos desequilibrios y vacíos! 

El hombre y la mujer actuales vivimos anclados en la cultura postmoderna y debemos ser redimido desde nuestra propia realidad. Esta cultura genera un retrato del hombre y de la mujer deforme. Han caído las “ideas globales” y los modelos de identificación, las grandes teorías y planteamientos globales de comprensión. Cada día el saber se parcializa y se fragmenta en mil pedazos. Surge el individualismo, el narcisismo, la autoafirmación sin referencia al grupo y a los otros, la falta de utopías, la insolidaridad, el rechazo hacia lo religioso como algo alienante que aleja al hombre de su dimensión más humana, el desprecio hacia el futuro y la reacción hacia objetivos a largo plazo, el apego hacia las apariencias y la moda, la competencia cada día más despiadada y el dominio exclusivo de la máquina, el afianzamiento de la economía de mercado y la comprensión de las desigualdades como algo necesario e imposible de solucionar, el ocio como reclamo necesario frente a toda exigencia y sacrificio, el culto al dinero y al poder como las únicas realidades seguras de cimentar una vida sin grandes creencias y planteamientos racionales de lucha... 

Y este hombre actual, atrapado en miles telas de araña, reclama sin decirlo a Alguien que lo saque de esta época última, poco entusiasta con el hombre mismo y necesitada de respuestas últimas que le sentir que sólo desde un sentido global último puede encontrar una luz en tercer milenio, dominado por el ordenador y la técnica, la competencia y la indeferencia.

Ana, te invito a leer el Salmo 61 de la Biblia, el libro sapiencial por excelencia. 

El salmo 61 resume perfectamente el sentimiento religioso y vislumbra el papel, que gran parte de los profesionales de la psicología y de otras ciencias, dan a la creencia auténtica para el equilibrio psíquico, emocional y global del ser humano.

El salmista saborea en sus labios una frase lapidaria, una oración síntesis, una emoción hecha plegaria: "Sólo en Dios descansa mi alma". Sólo en Dios, no en cualquier criatura o institución social o religiosa, o talismanes falsos como el dinero, la fama, el poder..., puede residir la aspiración plena del hombre.

Desde esta referencia pueden ser matizadas instancias que aspiran, en todo momento, a elevarse como absolutas, todopoderosas e intocables para la crítica y el espíritu humano: partidos políticos, comunidades religiosas, autoridades sociales, sistemas de producción... Todas ellas exigen una devoción casi divinizada, pero son ídolos de pies de barro, y necesitan ser destronadas por el único Santo, el Dios vivo, que hace salir el sol sobre buenos y malos, que llama a la auténtica liberación y pide la vivencia de lo más sublime. Desde Dios nuestra vida se convierte en la única historia de la salvación y descubrimos que hemos sido llamados a la superación de lo superficial. Efectivamente, "sólo en Dios descansa mi alma; El es mi roca y mi salvación, mi alcázar".

Un amigo.