Correo XXIV: Ana y el miedo

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana: 

Tu último correo me ha generado cierta inquietud. Me has comentado con gran fuerza que tienes miedo, esa sombra que cada vez se instala más en tu mente y en tu corazón. ¡Tienes miedo a todo y nada en concreto! ¡Y el miedo te paraliza interiormente y te hace replegarte hacia ti misma! 

Tu propio comentario me ha hecho reflexionar y, pienso verdaderamente que el miedo constituye uno de los mecanismos más fuertes y eficaces para el cambio social. 

Hoy asistimos a una época tremendamente movediza. La seguridad es un requisito cada día menos estable y más codiciado. El paro, la falta de perspectivas en un futuro cada día más incierto, el precario estado del trabajo en las economías de mercado, el reclamo de una cultura cada vez más fragmentaria, la caída en picado de la práctica religiosa en las sociedades modernas, el recelo de la política, el auge de posturas neofascistas y extremistas, la falta de solidaridad y de injusticia, la crisis de las grandes ideologías que marcaron una época, el avance del terrorismo internacional, etc. son realidades que hacen de esta época una amenaza para muchos individuos, especialmente, para los jóvenes. 

Y, cuando se vislumbra en el horizonte una pérdida de estabilidad, seguridad y de poder (económico, político, religioso, social, etc), entonces el mismo individuo, e incluso colectivos enteros, se repliegan sobre si mismos y afloran posturas agresivas, desequilibradas y defensivas. 

Ana, sin duda alguna, el miedo se une a la falta de seguridad y a nuestros “fantasmas interiores”. 

La seguridad genera en el ser humano un apego del corazón hacia las posesiones con tal seguridad que le hace anclarse en el egoísmo más primario. En realidad, la seguridad da al que la posee dos poderes que, en muchos momentos, luchan entre sí. Por un lado, ancla en su interior la fuerza de sentirse alejado de los contratiempos y la pobreza, y, por otro lado, le inyecta el veneno del miedo terrible a perder esa misma seguridad, mirando con recelo a los que les rodean y las misma trayectoria histórica.

Mientras tanto, avalados por ese temor, se atrincheran posturas cada día más egoístas y menos abiertas, al tiempo que se anclan en el espíritu social los miedos más dispares, que condicionan las relaciones entre los individuos, provocando grupos cerrados y posturas menos tolerantes.


Un amigo.