Correo LXXXIX: Ana y el lenguaje bíblico 

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana: 

Confucio afirmó sabiamente: “Cuando veas a un hombre bueno trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”. 

Jamás tires la toalla en la andadura existencial que transitamos porque entonces la historia caminará hacia la “ley de la selva” y las conquistas sociales no serán nada más que “fósiles sin sustancia”. 

La bondad de un hombre será lo único que nos haga tener esperanza en la humanidad y será la única arma capaz de llevar a este mundo a sendas cada día más auténticas de perfección. 

Hoy las generaciones más jóvenes necesitáis más testigos que maestros, más hombres buenos que economistas, más abrazos que palabras, más amigos que jueces inmisericordes...

Te preguntas de manera muy escéptica si la Biblia tiene errores y si, es posible, creer en su mensaje en el Siglo XXI. Muchos hombres y mujeres, en nombre de la ciencia, rechazan su contenido. ¡En nombre de la ciencia!



Ana, actualmente los creyentes tratamos de conciliar nuestro saber y nuestras creencias, pues la fe y la ciencia se necesitan. Un gran científico de nuestro tiempo, A. Einstein, decía que “Ciencia sin fe es coja, fe sin ciencia es ciega”. 

Afirmar que en la Biblia hay diversos géneros literarios no es atentar contra la Palabra revelada sino situarla en su preciso contexto. Reconocer que en la Biblia hay parábolas, leyendas, mitos, interpretaciones diversas y que todo no es histórico, es algo fundamental y básico en el tiempo que vivimos para no caer en el pesimismo histórico de que no podemos saber nada del pasado ni en la afirmación tan poco seria que los autores humanos de la Biblia tenían mucho exceso en su creación literaria.

Ciencia y fe no pueden chocar si están bien enfocadas. La ciencia mira al aspecto externo de la realidad, observando, analizando y describiendo su imagen en un lenguaje que tiende a ser exacto. La fe mira el aspecto más profundo de la realidad, entregándose a la contemplación, abriéndose al misterio y evocando el sentido ultimo en un lenguaje simbólico. 

La ciencia no puede avanzar de manera adecuada si le falta el sentido último que sola la fe le puede dar. La fe se convertiría en ignorancia o superstición si cerrara los ojos a los conocimientos de la ciencia. 

La Biblia habla del origen del mundo, pero su intención no es revelar cómo se ha hecho el mundo, sino expresar la fe en Dios Creador. Para ello se sirve de los conocimientos de la época, es decir, de la imagen primitiva del mundo. 

El creyente de hoy tiene que adaptar su fe a la nueva imagen dinámica del mundo; tiene que descubrir el sentido religioso de la evolución. 

Dios no es una causa física, ni siquiera la primera causa física, sino el fundamento que da sentido y razón de ser a todos las causas físicas que la ciencia puede descubrir. 

Cientos de millones de hombres y mujeres anclan sus dudas en torno a la Biblia buscando ciertas irregularidades, mientras otros rebuscan una palabra que dé serenidad y paz a su alma, una palabra envuelta en anécdotas difíciles de superar el examen de la rigurosidad histórica.

Un amigo.