XXIII Correo: Ana pregunta si Andrea podrá ser feliz

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

Me comentas que Andrea no sonríe. Se había quedado deprimida en medio de su abundancia y de su ausencia de cariño. 

Sus padres hacía tiempo que se habían separado y su reconciliación era bastante inviable. 

Andrea iba pasando “de mano en mano”, al ritmo de las semanas, de Marbella a Córdoba, de Córdoba a Marbella. ¡Verdaderamente ya no sabía bien de dónde era y de dónde venía!

Había momentos que se imaginaba ser una maleta vieja, que dominado por otro, viajaba de parte a parte. Y me preguntas si algún día podrá ser feliz...

Ciertamente, Ana, cuando un ser humano nace viene potencialmente con todo lo necesario para triunfar en la vida y ser una persona autorrealizada y auténtica. Ahora bien, circunstancias familiares y sociales hacen que surjan partes fragmentadas en la personalidad del individuo. 

Todos sabemos, por propia experiencia, la necesidad de integrar las partes fragmentadas y doloridas de nuestra personalidad para desarrollar la suficiente confianza en sí mismos, y poder conquistar un método para analizar y comprender nuestro propio comportamiento... Y necesariamente, ese método pasa por el conocimiento acerca de nuestro yo íntimo para ir eliminando progresivamente complejos e inseguridades. 

Vivimos en un mundo donde cada vez, con mayor intensidad, brotan más dependencias y más inseguridades. ¿No sientes con mayor fuerza que en el siglo de las libertades afloran más miedos e incertidumbres, y que crecemos en un mundo cada vez menos seguro?

Hoy surgen grandes “monstruos” que van minando nuestra propia integración y resquebrajan nuestra propia personalidad... El ansia de comunicación languidece ante las soledades cada vez más dispares de muchos ciudadanos, el derecho a conseguir un trabajo digno contrasta con la tortura psicológica del paro y de contratos inestables, el sueño y los ideales más nobles de la humanidad en beneficio de la igualdad y la justicia se derrumban ante la evidente realidad del desigual reparto de la riqueza y las masas de “hambrientos” en el Planeta, la búsqueda incesante de la verdad se eclipsa en nuestro tiempo ante la reducción de la verdad a pura opinión de los ciudadanos, las tradiciones milenarias de los grupos humanos se quedan enmudecidas ante la rapidez vertiginosa de los “ritmos culturales”,....

Sin duda alguna, Ana, los individuos, insertados en grupos humanos concretos, ante los problemas que aparecen, en ocasiones, pierden seguridad en ellos mismos y potencian visiones fatalistas y pesimistas de la historia. Además, ¡qué duda cabe!, aparecen en el horizonte el miedo al fracaso. 

¡Ojalá Ana que tus temores y tus miedos desaparezcan en beneficio de una autorrealización auténtica y tu amiga Andrea sea capaz de superar ese desconcierto y ser una joven “feliz”, superando sus desajustes emociones. 

Un amigo.