Correo LXV: Ana pregunta sobre la eutanasia

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

Ana, la vida es un huracán repleto de oportunidades que un día florecerá casi sin notarse en las manos del Eterno. Cada hombre y cada mujer que vienen a este mundo, arrastrados por la misma existencia, danzarán en las manos del Creador en muchos momentos sin que al menos lo sepan y sean concientes de ello.

¡Sí, somos como dos bailarines en la pista, que no sabemos a ciencia cierta quién está más íntimo y más escondido!

¡La vida misma es un misterio que nos lanza hacia pautas cada día más auténticas aunque sea desde caminos insospechados y caminos cada vez menos ciertos!

Tú necesitas saber que cuando realizas una actividad en el fondo lo que tú buscas es que tu alma se sacie de felicidad y bien sabes que no todas las ofertas que nos plantean la sociedad llevan a este cumplimiento. Los lirios del campo alcanzan cuotas perfectas de belleza y los humanos estamos llenos de talentos y dones que nos deben de entusiasmar hasta el fondo desde el amor profundo al otro.

La vida misma es todo un canto y tu mayor tesoro que debe de ser descubierto, y revelado desde el alba hasta la noche.

Me preguntas con rabia sostenida acerca de la eutanasia y la opinión de la Iglesia sobre ella. Has visto un programa en televisión y te ha parecido tremendamente cruel no dejar morir a los “enfermos terminales” cuando no hay solución posible para ellos y el sufrimiento es horrible. 

Tu pregunta es una pregunta límite y que genera grandes controversias en nuestra sociedad. 

Por eutanasia se entiende al “homicidio por compasión”, es decir, causar la muerte de otra persona “por piedad” atendiendo a su deseo de morir . 

La Iglesia considera que jamás es lícito “matar a un paciente” ni siquiera por la razón de no verle sufrir o no hacerle sufrir, e incluso si lo pidiera expresamente el enfermo. Además, afirma que no es lícito omitir una ayuda o prestación al paciente, sin la cual va irremisiblemente a la muerte. 

La Iglesia afirma que no existe la obligación de someter al “paciente terminal” a operaciones quirúrgicas cuando no hay esperanza de hacerle más llevadera la vida, y además, es lícito suministrar analgésicos que alivien en lo más posible el dolor al enfermo. 

Considera también que es lícito dejar de aplicar tratamientos desproporcionados en coma irreversible cuando haya perdido toda actividad cerebral. 

Ana, aunque los Estados crean leyes para legalizar la eutanasia, la Iglesia afirma que no pueden atribuirse ese derecho porque la vida del enfermo es un bien que supera el poder de disposición tanto del individuo como del Estado. En definitiva, por muy “compasiva y buena” que pongan a la eutanasia es interrumpir la vida humana de otro, un crimen. 

Conocí a un matrimonio cristiano que tuvo una hija y vino con dificultades psicológicas y fisiológicas. La niña quedó gravemente dañada. Sin embargo, el padre repetía continuamente: “Tengo en mi casa un sagrario viviente”. 

Aquella niña, que para muchos no debería de existir, era un sacramento de Cristo en aquella casa cristiana. 

Un amigo.