Correo XIX: Ana pregunta sobre la bondad

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

Querida Ana: El tono de tu correo ha sido estremecedor y, por así decirlo, desolador. ¡Comprendo bastante bien tu reacción y tu rebeldía cuando parece que el mal triunfa y las huellas del bien parecen perder su rastro en medio de tu entorno! 

Ana, no te rindas en tu opción por el bien y triunfarás siempre. Muchos hombres y mujeres se creyeron invencibles haciendo el mal y sucumbieron en su empeño; muchos imperios se creyeron dominadores y cayeron en el tiempo;... Medita y descubre que al final siempre triunfan el bien y la verdad. 

Quisiera suplicarte que no abandones nunca la senda del mal y puedan decir, al final de tus días, como dijo San Pedro de Jesús de Nazaret: “Pasó haciendo el bien”. Meditando tu inquietud te mando esta oración en forma de poema y te suplico, sin dudarlo, que nunca te canses de hacer el bien. 


¡Señor, mi oración es ésta: que no se cansen los buenos!
Dad a este mundo esta señal, esta señal que nos provoque
y nos haga sentirnos vivos como los vientos huracanados,
sin que la escarcha de los opresores invadan la atalaya
que deja sin aliento a los pobres ya olvidados. 

¡Señor, mi oración es ésta: que no se cansen los buenos!
Que falte evidencias en esta noche eterna vivida,
que falten discursos arrebatadores en este mundo sin contagio,
que falten certezas en la vida un poco vivida,
pero que no se cansen los buenos, esos eternos peregrinos de la esperanza,
esos forjadores de las páginas más gloriosas del espíritu humano
que dejan herido en su propio centro el mundo del mal,
que recorre parte a parte cada pedazo de historia, de principio a fin,
sin dejar de estallar en el aire las bengalas del fracaso. 

¡Señor, mi oración es ésta: que no se cansen los buenos!
Dad a este mundo esta señal, esta señal que nos contagie
y nos deje abrazados en nuestro propio corazón un momento,
sin que los deseos de herir al prójimo fatigue nuestro interior
que lapide lentamente la semilla de lo eterno. 

¡Señor, mi oración es ésta: que no se cansen los buenos!
Que falten teólogos en esta época necesitada de raíces,
que falten sabios gestadores en este palpitar con ignorancia,
que falten soñadores sin aferrarse a lo presente tan pasajero,
pero que no se cansen los buenos, esos héroes silenciosos en el tiempo,
esos gestadores de un enlace evolutivo más allá de la violencia
que marcan la pausa en los combates de nuestros antepasados,
que invaden cada rincón de la vida, de norte a Sur,
sin dejar de entusiasmar en cada generación sus mejores hijos.

¡Señor, mi oración es ésta: que no se cansen lo buenos! 

Un amigo.