Correo XXVI: Ana busca una piedra angular

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Ana, te has sentido estafada y te preguntas si verdaderamente vale la pena continuar tus estudios. ¡He notado una “crisis” y una “noche oscura del alma”! ¡Parece como si todo se desvanece a tus pies y en medio de arenas movedizas se derrumba, de inmediato, aquello que ha sido el fundamento y la razón de tu existir! ¡Y se cubre de gris toda la luminosidad de las calles, de tu casa, de tus padres, de tus amigos, de los profesores,…! ¡Es la crisis que te hace “tiritar de frío” y preguntarte si queda algo de ti misma! En un mundo fragmentado con grandes fisuras a nivel cultural y social, caracterizado por la pérdida de valores tradicionales y de las grandes ideologías que levantaron a las masas en el siglo XX, hay un desafío fundamental en los miembros de esa cultura: ¿dónde cimentar y fundamentar nuestra propia identidad en este tiempo para no sentirnos perdidos y “barcos sin brújula perdidos en el mar”? 

La piedra angular debe ser el cimiento que aglutine todas las dimensiones humanas que aparecen en nuestra existencia, tanto a nivel interior de nuestra propia existencia como en los factores exteriores que nos vienen de la propia realidad y cultura. Hoy, frente a una sociedad tan competitiva y tan brutalmente cambiante, muchos fundamentan su vida en el dinero y el consumo. El dinero les da seguridad y les hace poderosos en esta sociedad, tan brutalmente cimentado en el dólar y en el capital, construyendo del planeta y de sus países un sistema de globalización y de liberalización en favor del mismo capital y de los poderosos del sistema. 

Otros fundamentan su vida en la ciencia como la única vía del conocimiento capaz de dar respuesta eficaz al hombre y una construcción sapiencial al margen de la superstición y del retroceso, aunque asistamos a manifestaciones cada vez más pseudo científicas que atentan contra todo nivel no verificable y empírico, dejando al margen grandes dimensiones humanas. 

Ana, sinceramente estoy convencido que hay una sola piedra angular que sea capaz de armonizar todos los elementos y dar una cohesión equilibrada al hombre de hoy, sin riesgo a perder nada de si mismo y alcanzar pautas sublimes de perfección y en favor de la solidaridad y de la humanidad misma. Esa dimensión no puede ser otra que la dimensión religiosa. La dimensión religiosa “religa” al hombre con Dios, el único dador de sentido global último a la vida y da respuesta convincente a mi propio yo, a la historia y a la realidad. La dimensión religiosa jamás rechaza de cuanto humano hay en la realidad y en el hombre mismo, armoniza la fe y la razón con una alianza no exenta de conflictos pero que las convierte en dos alas en favor de la libertad y de la verdad, da razones para vivir en medio de una cultura cada vez más cambiante y más fugaz, remite nuestra existencia más allá de ella misma dando soporte al ansia de felicidad y de eternidad que tenemos todos los humanos... En definitiva, la única dimensión capaz de serenar el corazón y mantener vivos nuestros sueños, confiando en la humanidad y en el futuro más solidario para los demás.

Un amigo.