La fe de Pedro, el pescador

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Pedro comentó en la cárcel poco antes de ser crucificado durante la persecución del emperador Nerón: "Yo vivía tranquilo con mi mujer y mis hijos en Cafarnaúm, dedicado a la pesca en el lago de Tiberíades. Mi tranquilidad quedó rota cuando apareció Jesús de Nazaret en la orilla del lago. Él compartió con nosotros sus inquietudes y sus sueños, sus esperanzas y anhelos, su amor por el Reino de Dios y su imagen apasionada del Padre.

Todo era tan esperanzador que mi corazón quedó caldeado desde ese momento. Y comenzamos a convivir con Él y anunciar por los caminos de Palestina la Buena Noticia del Reino. Pero en el momento más importante, cuando Jesús fue arrestado, todos le abandonamos y yo, que poco antes juré sin piedad que jamás le abandonaría, le negué profundamente en el patio de Caifás delante de unos simples criados.

Y lloré amargamente aquella negación, negación que me ha torturado toda mi vida y que ha sido rota por Jesús resucitado.

Y ahora, en la noche anterior a mi muerte, pido clemencia a Dios para unirme a su gloria y ruego a las autoridades que me sacrifiquen boca abajo. No soy digno de morir como el Maestro.

Y desde ahora, pido a todas las Iglesias que recen por mí y sean partícipes con su oración de mi sacrificio. Un hombre muere pero el Pueblo Santo de Dios jamás será destruido.