El don de la corrección

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Martín García afirmaba brillantemente: "El que reconoce que se ha equivocado, puede corregirse".

Esta simple sentencia es tan contundente que es considerada como el primer artículo de los tratamientos de ayuda en enfermedades tan importantes como la ludopatía, el alcoholismo y la drogadicción, y el factor determinante de curación en patologías varias.

Y nosotros, pequeños hombres y mujeres en el caminar de esta vida, tenemos que asumir este veredicto como un planteamiento urgente y necesario, si queremos que nuestra existencia vaya por sendas auténticas de autenticidad y de bondad.

No hay vida sin errores pero la diferencia entre un gran hombre y un imbécil radica precisamente en esto: el gran hombre sabe que se equivoca y no tiene reparo en cambiar de rumbo, acompañado de compañías saludables, mientras que el pobre imbécil jamás reconoce sus fallos y cree que camina por la senda correcta.

¿Cuántas veces hemos reconocido en la noche, cuando las sombras ocultan las figuras y es más propicio acurrucarse dentro, que nos hemos equivocado y hemos tenido el propósito de cambiar de rumbo en cuanto salga el sol