El Cain que no cesa

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

"El Señor dijo a Caín:
-¿Dónde está Abel, tu hermano?
Respondió:
-No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?"

(Gén 4,9)


Me habéis asustado, vosotros, descendientes de Caín,

aquel hombre envidioso que asesinó a su hermano,

-¡sólo por envidia lo mató y lo dejó callado!-,

pero día y noche vuelve con nuevos bríos

reflejando su rostro en las guerras y las frivolidades.

Me habéis provocado en lo más profundo de mi dolor,

sin apenas nada que detener pero mucho que contagiar,

cuando los recuerdos que rebrotan las apariencias

por encima de la plaza, de la fuente o la farola.

Me habéis arrancado, vosotros, titanes de la muerte,

una espina en lo más profundo del corazón,

-¡sólo los cobardes esconden sus vergüenzas en los golpes!-,

pero algún día desaparecerá de la tierra su escarcha

sin que al menos el remordimiento consuele la queja.

Me habéis arañado en lo más hondo de mi yo,

sin apenas una oportunidad que saborear pero mucho que lamentar,

cuando los olvidados de la historia caen a miles

por encima de los discursos, los premios y los deseos.