Carta de la hemorroisa

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

"Querida hija: Te escribo desde Jerusalén, esta gran ciudad santa de nuestro padre y gran rey David. Te extrañará esta corta pero emotiva carta, pero no puedo pasar un día más sin compartir contigo mis lágrimas de alegría intensa.

¡Estoy curada!. Léelo bien: ¡Estoy curada de mi penosa y dolorosa enfermedad!. ¡Sí, los flujos de sangre han cesado y me siento rejuvenecer por momentos!

Caminaba triste por los caminos, sangrando y manchando la ropa en cada momento. Ya casi había gastado toda mi hacienda, como muy bien sabes, en consultas a médicos y en tratamientos costosos, pero en vez de mejorar empeoraba y me sentía peor.

Y he aquí que caminaba por un camino polvoriento, cerca de la ciudad santa, y un griterío vociferaba ante la presencia de un profeta, un gran profeta, Jesús de Nazaret.

Y presentí en mi interior que si tocaba su manto, con solo tocar sus vestidos, podría quedar curada. Y, entonces, como algo misterioso que no puedo explicar bien ocurrió en mí. Sentí una energía fuerte, un calor inmenso en todo mi cuerpo.

En ese mismo momento Jesús preguntó quién lo había tocado. Los discípulos le decían que mucha gente le tocaba en esa multitud. Pero él sabía algo cierto que de toda la gente había alguien especial. Me miró y aquella mirada no la puedo olvidar mientras viva.

Cuando llegué a casa todo mi cuerpo quedó transformado y había dejado de sangrar completamente. Desde ahora toda mi vida está dedicada a dar gracias a Dios y buscar sin desmayo las huellas del Nazareno".