La muerte

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

En estos días las miradas de los ciudadanos se dirigen a los cementerios y el transitar de miles y miles de personas para visitar las tumbas de los suyos. 

Bien es cierto que la sociedad actual, hedonista, promotora del consumismo más atroz e impulsora de una cultura desequilibrada ha arrinconado, e incluso se ha olvidado de la muerte y del sufrimiento, convirtiéndolos en espectáculos para entretener; pero también no es menos cierto que es una terrible pérdida no tener a la muerte como última instancia, o penúltima para los cristianos, de la vida del hombre actual. 

La muerte es una amenaza para la vida del hombre. Ya está presente en el momento de nacer como la tendencia final. Ella arrasa personas, pueblos, civilizaciones, proyectos... Y ella misma puede convertirse en un “gran muro” que cuestione la existencia de Dios, cuando se concreta en un ser querido, en la matanza de inocentes, en la agonía lenta y tortuosa de enfermos en los hospitales. 

La muerte abre, a nivel filosófico, planteamientos profundos sobre el "gran quizás". No basta a muchos la postura agnóstica de instalarse seguros en lo presente, olvidando los desastres y la muerte de su alrededor, y negando la posibilidad de plantearse la pregunta sobre el más allá tachándola de inútil y vacía. Pero, para otros, la postura atea, en sus múltiples vertientes, no basta. 

La muerte se convierte en un principio de impulso para no instalarse en esta realidad para siempre como lo único existente, y abre la pregunta sobre el gran quizá de la vida más allá de la muerte. Además, cada creyente debe enfrentarse a una pregunta que atormenta a los contemporáneos como nunca, el sufrimiento del justo o del inocente, y enraizar nuestra propia queja en el meollo de nuestra conflictiva existencia abierta a la fe.