Hay que nacer de nuevo

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Nicodemo comentó a su amigo José de Arimatea: "Jamás sentí en mi vida tanto desconcierto que la noche en que me encontré cara a cara con Jesús. Sus ojos quedaron fijados en mi rostro pero sentía que aquellos ojos se clavaban en el corazón. Es difícil de explicar.

Y sus palabras me hacían descubrir mi ignorancia en medio de tanta sabiduría vana. Eran palabras que iban más allá de la ley moisaica y de la reglamentación del templo.

Y sentí que su llamamiento para "nacer de nuevo" me hacía sentirme un hombre viejo, anclado en el vacío y la legislación, la bondad aparente y el dualismo más incierto.

Jesús me hizo reconocer mi ignorancia y mi parálisis existencial. Y cuando me invitó a ponerme a tiro del Espíritu, solamante miré al cielo para encontrar una señal, una señal que me hiciera convencer a mi corazón que quedaba mucho camino por andar.

Desde entonces mi vida no está exenta de su presencia, que está más íntima que yo mismo.

En estos días proclaman sus amigos y discípulos que está vivo pero aún antes de su muerte intuía que su vida entera estaba más allá de su realidad corporal y que sus palabras provenían del más allá, allí donde tiene su origen el viento.