Santa Mónica, Agosto 27

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

   

          Etimológicamente significa “ mérito, noble”. Viene de la lengua griega e irlandesa.

Nació en Africa del Norte en el seno de una familia cristiana. Se casó muy joven con un pagano notable de Tagaste. Su nombre era Patricio.

A pesar de que el marido le era infiel y de un carácter violento, con su dulzura, paciencia y su silencio terminaron por llevarle al buen camine incluso a la conversión al cristianismo.

Tuvieron tres hijos. Al quedarse viuda, se dedicó por completo a su hijo Agustín porque andaba descarriado y por mal camino. Tuvo una compañera sentimental durante algún tiempo. Con ella tuvo un hijo. Metido en fiestas y “juergas” no reparaba en el dolor que experimentaba su madre con su vida de jarana en jarana.

Para colmo, la madre se enteró de que se había unido a la secta maniquea, que – como se sabe- era radicalmente opuesta al cristianismo.

Harto y cansado de esta clase de vida desordenada, un día salió hacia Italia. Quería tener experiencia nuevas. Y no sospechaba siquiera que  la más importante iba a  consistir en su conversión personal a una vida sensata y cristiana.

La madre, preocupada por él, marchó –previo acuerdo- a visitarlo en Milán. Aquí fue a la escuela que había fundado san Ambrosio, el gran obispo de la ciudad milanesa.

Durante este tiempo, tuvo la inmensa dicha de ver que su hijo se había hecho amigo del obispo. Pasado algún tiempo, ella misma presenció el bautismo de su hijo querido.

Desde ahora en adelante, ella no será ya para Agustín un reproche continuo sino que su madre se convertirá para él en una ayuda formidable y en una discípula que le confirmará en su gran cultura y en su amplitud de miras intelectuales y morales.

De esta forma, San Agustín llegaría a ser un gran doctor de la Iglesia universal por sus abundantes escritos, sus fundaciones religiosas y su influencia en todo el mundo.

Su libro “Las confesiones” es un dechado de todo lo que hizo y de cómo escaló los senderos de la santidad. Murió  en el año 387. 

¡Felicidades a las Mónicas! 

“Con Cristo todo, sin Cristo nada” (Carlos Lira).