Etimológicamente
significa "la que da vida". Viene de la lengua latina.
Dios puede llamar a dar
toda la vida a causa de Cristo y del Evangelio, y existe una felicidad en el
mero hecho de darse uno mismo.
Los paganos se pusieron
muy contentos cuando entró de emperador Juliano el Apóstata (361-363).
Querían que fuera el
nuevo Constantino para el paganismo. Empezó por apostatar de su bautismo, y
todo su reinado se caracterizó, aunque breve, por intentar aniquilar el
cristianismo de la faz de la tierra.
Su intención era
sustituirlo por un politeísmo en el que no creía ni él mismo.
Dio libertad a todas las
sectas cristianas con la esperanza que se destruyeran entre sí.
Incluso dictó leyes
para las mismas escuelas con la finalidad de que los niños y niñas
cristianas hicieran apostasía de su fe.
Todos los funcionarios
tenían que ser paganos y quitó los puestos de trabajo a quienes se
confesaran creyentes en Cristo.
Poco a poco se fue
haciendo tan odioso y tan vil que sólo sentía placer matando a los
cristianos.
Según la
"Pasión" o teatro escrito para santa Bibiana, ella sufrió el
martirio en Roma.
Le hicieron toda clase
de perrerías para que apostatara de su fe en Cristo.
Todo era inútil. Sus
fuerza que le venía de lo alto, hizo que soportar todos los tormentos con
alegría. Sabiendo que Dios estaba siempre con ella.
Su compromiso fue de por
vida. Cansados los verdugos y los jueces de su actitud, mandaron que le
cortaran la cabeza.
¡Felicidades a quien
lleve este nombre!
"Cuando las cosas no quieren
conformarse con nosotros, nosotros debemos conformarnos con ellas"
(Fontenelle).