San Juan de la Verna Agosto 12

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

           

Etimológicamente significa” Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea. 

¡Cómo alcanza una vida su plenitud cuando la aurora despunta y amanece el día en nuestro corazón!

Dios espera mucho de ti. Nunca te conduce hacia el vértigo de los desánimos, con los cuales no propones más que la tristeza. Dios te lleva hacia realidades que  disuelven las amarguras. 

Juan  fue un confesor del siglo XIII.

A las afuera de Viena, en un bello paraje, hay una inscripción en la  que se lee que en aquel  lugar el Señor se le apareció a san Juan y que le paseó por la campiña.

Hay levantada una capilla en su recuerdo.

En el libro “Las florecillas de san Francisco” hay algunas páginas que narran la vida del pobre de Asís y la de sus compañeros.

SE encuentran alguna de esta florecillas dedicadas a Juan  de Verna.

Uno de los capítulos cuenta que Juan  había perdido el consuelo de su alma y se adentró por el bosque llorando e invocando a Jesús.

Estaba un día bañado en lágrimas cuando vio a Jesús. Se le acercó y le abrazó cariñosamente.

Había nacido en Fermo, en el Adriático, hace siete  siglos en el 1259.

Era un chico de una gran sensibilidad, dado a la penitencia y a la plegaria.

Entró en los Hermanos Menores y vivió una vida santa. Todo le parecía poco para hacer el bien a todo el mundo, sobre todo a  los pobres y abandonados.

Nadie se  sentía mal con él. Su presencia era un signo de garantía para todos. Jamás se sintió desanimado, a pesar de su intensa sensibilidad.

Murió en  este día en 1322 y su cuerpo se conserva debajo del altar mayor de la basílica. 

¡Felicidades a quien lleve este nombre! 

“El mayor esfuerzo de la amistad  no es mostrar nuestros defectos al amigo, sino hacerle ver los suyos” (Rochefoucauld).