San Cayetano, Agosto 7

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB    

              

          Etimológicamente significa “alegre”. Viene de la lengua latina.

          Nació de padres cristianos en Vicenza, Italia. El padre era conde de Thiere y su madre una cristiana profunda. Fue la que tuvo una mayor influencia en su vida.

          Le gustaban los estudios de Derecho. Por eso se marchó a hacerlos a la universidad de Padua. Terminados, empezó a trabajar como un buen abogado en su ciudad natal.

          Al cabo de un tiempo, notó que ese no era su verdadero camino y se marchó al seminario para ordenarse de sacerdote. Lo enviaron a Roma. Aquí ejercería su apostolado con los curas  amantes del Renacimiento.

          Por el año 1512, el Papa convocó el V concilio de Letrán. Participó de forma activa. Tomó nota de que la Iglesia no necesitaba reformas externas sino las internas de cada individuo. Sin éstas, las otras no tienen sentido.

          Su fama se extendía por toda la ciudad. El Papa Pablo IV le ayudó en la fundación de la <<Asociación del Divino Amor>>. Esta reunía en torno a sí tanto a los sacerdotes como a los seglares. Y el fin no era otro que la reforma de las costumbres mediante la frecuencia de los sacramentos y la entrega a la gente pobre.

           Más tarde esta fundación pasaría a llamarse los <<Teatinos>>.

          Otros rasgos de la vida de san Cayetano.

          Eran tiempos en los que su contemporáneo Martin Lutero hacía de las suyas propagando el protestantismo. Luchó ardientemente contra él y su doctrina. Pensaba que con el futuro concilio y la condena de Lutero se iban a arreglar algunos problemas de la Iglesia.

          Estuvo de secretario del Papa Julio II  y León X por espacio de 13 años. Sin embargo, cuando murieron sus padres heredó una fortuna que empleó enteramente en ayudar a los necesitados  de Vicenza, Verona y Venecia.

          Murió en Nápoles sobre una cama de cenizas en 1547. 

          ¡Felicidades a quienes lleven este nombre! 

“Donde puedo decir lo bueno, lo digo; donde podría decir lo malo, me callo” (San Juan Bosco).