Me amaste tu primero

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

Hola Jesús,

He seguido, Señor, esta mañana meditando otras páginas en el Evangelio de Lucas. Este evangelista me gusta mucho porque no trata tu muerte con detalles de sufrimiento. Cierto que los tuviste. Pero con esa certeza en la paternidad del Padre, Jesús eres el mártir que muestras una fuerza anímica y una bondad capaces de transformar incluso a tus verdugos y a quienes los condenan. Tuviste el amor brotando de tu corazón hasta el último instante. Prometes al débil del buen ladrón el Paraíso. Hay en tu vida un bello puente: en una orilla está el primer milagro y en la otra tu misericordia con el buen ladrón. Y entre una y otra te sientes envuelto por la bondad de Dios Padre.

El buen ladrón te entendió y se dirigió a ti con una plegaria amasada de confianza, gratuidad y sufrimiento. Tu plegaria al Padre es un acto de total confianza: “ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

En este año que nos queda para comenzar el tercer milenio, el Papa ha puesto como preparación para este evento, la figura del Padre Dios. Nuestra vida, como la de Jesús, es la historia de saber que estamos en manos de Dios Padre.

El drama interior de Jesús crucificado está perfectamente reflejado en el Salmo 31: A ti, Señor, me acojo...yo confío en ti, Señor...en tus manos están mis azares”. En el padecimiento de Cristo se cumplen las expectativas de este Salmo. Jesús es el modelo de justo condenado que deposita su vida en las manos del Padre. El mismo ladrón se lo dice:” Verdaderamente este hombre era justo”. La muerte de Jesús es la síntesis de lo que ha sido su vida: un esfuerzo por sembrar la misericordia para suscitar el seguimiento.

La fe debe abarcar todos los entresijos de nuestra existencia humana. Ante Jesús sólo cabe la aceptación plena o el rechazo. De los dos ladrones, uno acepta a Jesús y otro lo rechaza. Este segundo lo insulta: “¿No eres tú el Mesías? pues sálvate a ti y a nosotros”. Piensa sólo en sí mismo, no en el pueblo. Es una persona incapaz de ver sus faltas y sus fallos. Por eso no le pide perdón a Jesús. No había captado el mensaje del Señor, pensado expresamente para cuantos sufren, están oprimidos. Sigue habiendo muchos malos ladrones en esta sociedad.

El buen ladrón reconoce que sufre en la cruz por sus propias culpas. Es realista. Asume su propia responsabilidad. Por eso aparece en su buen corazón la posibilidad de comprender a los demás como son y de ver a Jesús y a su Padre como son verdaderamente. Tiene la valentía de proclamar ante todos:” Este no ha hecho nada malo.” Esta es la auténtica realidad de Cristo. Lo había oído de Pilato por tres veces: “Este es inocente”.

La condena de Jesús sucede- como a tantos creyentes de hoy en diversos lugares – porque denunció a todos los que hacían el mal desde el poder. Estos no lo aceptan y , como castigo, lo envían a la cruz. Y no se daban cuenta de que el Señor moría para salvar a toda la humanidad. 

El buen ladrón, en contra de quienes creen en mitos, es una persona profundamente inmersa en la Biblia, la historia de la salvación humana. El culto del buen ladrón como el de todos los creyentes de hoy y de siempre, es un culto de acción de gracias por sentirse liberado por Dios Padre y destinado al Paraíso. Para llegar a él no queda más remedio que pasar por el sufrimiento. El joven rico pedía a Jesús la vida eterna pero sin pasar por la cruz.

Por eso, en Jesús crucificado sufren todos los hombres que a lo largo de la Historia han padecido. Una señal clara de esta salvación universal es la ruptura de la cortina del Templo, que separaba lo profano de lo sagrado. Cristo ha liberado toda realidad humana y ha comenzado el reino de Dios para todos

Señor, me doy perfecta cuenta, a raíz de pensar y meditar en el buen ladrón, de que eres tú quien me ama primero. Por eso mi oración de este día tiene el matiz del agradecimiento. Oración de gratitud que nace del sufrimiento, de tu gratuidad y de la confianza total en ti. Mi plegaria de hoy me enseña que la oración no es una evasión sino que me conduce a vivir con mayor intensidad el mensaje evangélico: el deseo de estar con Jesús en el Paraíso.

Noto, amigo Jesús, que mi amistad contigo se va labrando con el diálogo personal, manifestado en la oración sentida y amada en cada momento de mi vida.

Gracias, una vez más, porque tu Palabra me da alas para volar por encima de mediocridades y fortifica mi personalidad joven.

Con el cariño de siempre, Arturo 17 años