Gracias por el día que estreno

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 




Hola Jesús,

Tengo suerte, Señor, en saludarte esta mañana. El día ha amanecido fulgurante de luz por toda la amplitud de mi mirada joven. Tengo una dicha inmensa por haberte conocido dentro de una familia, modélica en su trabajo y en permanente diálogo conmigo. No me atosigan con "rollos" ni me comen el coco. Me han inculcado paulatinamente el recto uso de mi responsabilidad personal. Soy yo el que tiene que forjarse un proyecto de vida consistente y que abarque todas las facetas de mi persona joven.

Me educan en la libertad liberadora. Esta fue algo esencial en tu mensaje desde la creación. Ya sabes que me encanta la libertad bien empleada. Podría estar sumido en libertinajes. Sí, de esta forma andan algunos amigos de mi pandilla. No los veo más felices que yo. Me hablan de sus familias con cierto aire de desencanto. "Son unos carrozas". "Mis viejos no me dan todo el dinero que necesito". "Tengo ganas de independizarme, pero el maldito dinero y las pocas ganas de trabajar me tienen apegado a casa, la fonda en la que encuentro comida y alojamiento". Todas estas afirmaciones en sus labios me causan pena y tristeza. No tienen norte y hasta han perdido el sentido de la vida.

Esta tiene más sentido para mí, además del que me da mi buena familia, desde que te conocí a fondo un buen día haciendo un “stop” en mi vida. Alguien realmente amigo me indicó que fuera a verte a una colina de Francia, llamada Taizé. Fue en aquel silencio y plegaria en donde mi ser entero de joven sintió que debería transformarme y cambiar mi propia existencia y la de quienes me circundan. Por eso siento la vida de mi pandilla, alejada de ti y de los valores que dan consistencia a nuestra persona. Porque, Señor, en el fondo, tú los conoces y sabes que son buenos. Lo que les ocurre es que te tienen aparcado.

Gracias a mis padres, conscientes de la realidad de este mundo, voy caminando por esta fascinante aventura de la vida. No sufro los hachazos de desesperación ni la horrible confusión que existe a mi derredor. Me considero un ser afortunado. Los padres, hoy, tienen un papel difícil y, a la vez, sumamente interesante: dar vida a sus hijos cuando son jóvenes. Hay padres que, justo a esta edad, los dejan abandonados a sus caprichos y deseos poco humanizantes. Les falta el diálogo y “perder” más tiempo con ellos. A veces les dan muchas cosas pero no a sí mismos.

Noto, Señor, que mucha gente joven y sus padres no tienen otra misión en la vida que el consumo y la adquisición de cosas. Todo es montárselo bien a costa de los valores familiares. No dialogan, cada uno va a su rollo. Y así llegan lentamente a caer en el pozo de la frustración y del vacío. ”¿De qué nos vale tener todas las cosas del mundo si perdemos nuestra alma”, nuestra identidad personal y la vida familiar?

Tú dices que todo lo que no sea una vida centrada en tu Evangelio es como “ paja que arrebata el viento”. Y es verdad. ¡Cuántos ejemplos conoces tú mejor que yo de gente flotando a la deriva de los vientos placenteros de la competencia, entendida como sobresalir por encima de los otros para humillarlos y tenerlos en poca consideración! Hoy, el valor por excelencia es la “plata”, la “ guita”.

Me imagino que sufrirás en tu corazón todas estas enfermedades del joven moderno y de muchos padres. Ante esta situación de mi mundo actual, me cuesta mucho mantenerme adherido a ti como roca fuerte. Pero, te repito, mis padres y algunos educadores han ejercido en mí una influencia bienhechora. Me han dado seguridad en mi personalidad. Cuesta mucho en nuestros días conservarse vivo y alejado del vendaval de ser etiquetado como un artículo de los grandes almacenes.

Por eso, Señor, esta mañana clara y diáfana levanto mi alma hacia ti para darte las gracias por el día que estreno. Quiero sentirme hoy como una persona nueva. Quiero , en este día concreto, ser agua y tierra humedecida para todo el que encuentre a mi lado.

No quiero pasar un día más, marchito entre superficialidades que no conducen a nada elegante.

Dame, Jesús, fuerzas y gracia para hacer de este día un ramillete de buenas obras para mi riqueza personal, para darle gracias a mis padres, para dar testimonio a mi pandilla de que toda mi alegría proviene de ti, autor de la vida que vivo y estreno hoy.

Tu amigo Manolo, 18 años