Postal a los jóvenes

Domingo Savio (II) Un gran pedagogo y buen alumno

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 



A los 50 años de su canonización-
Un gran pedagogo y un buen alumno


UN ADOLESCENTE PARA HOY

No vestía tu ropa de marca. Su forma de vestir era la propia de su tiempo. Un traje sencillo, limpio y con una mirada delicada y transparente. Así lo pintó uno de sus compañeros de clase. Pero lo que se aprecia en él es que, a sus 15 años- era su gran ilusión- el Papa Pío XII lo declarara santo en el año 1954, el 12 de junio.

Te crees que para alcanzar la santidad hay que ser sabio, cortés, educado, obediente y haber nacido así. No. Nada extraordinario. Le bastó- como te puede suceder a ti- con cumplir bien con sus deberes. No se trata , por tanto, de algo que sea para ti una altura inalcanzable. No, ¡qué va! No fue un ser dotado de dones llegados del cielo para, sin esfuerzo alguno, conseguir su felicidad.

Para ti, amigo/a, representa un ideal de perfección. Imagino que te encanta vivir tu vida en plenitud mucho más que dormirte en los marchitos laureles de la mediocridad y estupidez que invade a muchos de tus colegas.
Un adolescente auténtico reclama para sí mismo una cierta autonomía, una necesidad de ser escuchado y reconocido. Tú te sientes- como le ocurrió a él- rebelde contra las injusticias y con las muchas incoherencia de los adultos.

En él brotaban como en la primavera los problemas de los sentidos y las experiencias apasionadas del amor. Frente a toda esta problemática, la vida de Domingo corre el riesgo de pasar desapercibida.
¿Dónde transcurrió la vida de este chico en quien D. Bosco puso su confianza para convertirlo en un líder de su colegio? No cabe duda de que, aún siendo admirado por sus compañeros, en él existía un valor y una pasión que se nos escapa a simple vista. Hay que descubrirlo para hacerle justicia a este adolescente cuya primera victoria ha sido el combate contra sus propias debilidades, sus miedos y sus límites.

AUDAZ Y VALIENTE

Cabe imaginarlo con sus rasgos cansados, su cabello revuelto, su cara ruborizada y su corazón dolido cuando ve a dos de sus compañeros deseosos de afrontar la muerte.
Efectivamente, tras una disputa, querían matarse. Los dos eran de familia noble. El duelo tenía iba a tener lugar en un sitio que Domingo conocía muy bien.

Cuando se da cuenta de que iban a por todas, Domingo se lanzó sobre ellos. Al tener solamente piedras, los dos enemigos se mantenían a una cierta distancia para lapidarse mutuamente.

Fue necesaria toda la valentía de Domingo para colocarse en medio de los dos, suplicándoles que volviera cada cual al sano juicio. Tuvo que convencerlos y desestabilizarlos, apartarlos de la amenaza que se cernía sobre los dos, transformar la sed de venganza y odio en un clima de diálogo, sin herir las susceptibilidades de cada uno.

Ahí revela Domingo uno de sus talentos: ir al corazón de un conflicto brutal con su sangre fía y con su persuasión para conseguir que el perdón y la paz reinasen en ellos y no la ciega violencia

D. Bosco sabía que su alumno poseía una personalidad fuera de lo común como para tenerlo en cuenta. El Espíritu- tanto ayer como hoy y mañana- desarrolla y da horizontes amplios a quienes se dejan guiar y permear por sus riquezas y dones.

Y LA VIRGEN

En el año en el que el Papa proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, Domingo es canonizado. Es una bella ocasión para captar la dimensión mariana de la fe en Domingo y en las casas salesianas. Gracias a ella, se libró de la epidemia del cólera que se llevó por delante a 1400 personas en Turín. Desde ese instante, la Virgen adquiere un papel esencial en la fe de Domingo. Tan fuerte es que pensó consagrarse a ella con el consejo de D. Bosco. Gracias a esta devoción, se robusteció su vida sacramental, y llegó a tener verdaderas experiencias místicas. Estaba absorto en las cosas de Dios pero siempre poniendo los pies en la tierra.
A los 50 años de su subida a los altares, te he traído este modelo de adolescente para que te des cuenta de estás llamado a un camino de felicidad y a una huida de superficialidad que asola y azota a muchos de tus colegas.