Postal a los jóvenes

Terremoto de la adolescencia

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB         

         

A tus 15 años, más o menos,  te entran  ganas de ser libre y  autónomo. Empiezas a mirar con ojo crítico todo el bagaje de ideas heredadas. Las convicciones y prácticas cristianas las cuestionas en tu  mente algo confusa. Te preguntas:  ¿Por qué he sido bautizado cuando no podía expresar mi opinión? ¿Qué diferencia hay entre resurrección y reencarnación. Cualquier religión es buena. Lo importante es amar. La religión, pase, pero la Iglesia no me va.

          La Misa no es fundamental. Me aburre y, además, los que predican no viven lo que dicen. El infierno es un invento.

          Hay padres que se inquietan ante esta situación. No preocuparos: si habéis educado a vuestro hijo/a  sobre la roca del ejemplo, aguantará este terremoto.

          La adolescencia es el momento en el que comienza a florecer todo lo que se ha sembrado antes. Si la semilla de la fe ha germinado, se ha cultivado, ya comenzará a crecer. Por eso el adolescente tiene derecho a su jardín secreto,  en el que germinan sus pensamientos y su verdadera personalidad.

          El encuentro con Dios es siempre algo misterioso y personal. El adolescente tiene necesidad de romper con las prácticas religiosas rutinarias, impuestas y duras para encontrar el santuario interior,  el manantial en el que se encuentran Dios y el hombre.

          Ya no les gusta los verbos en imperativo: Lee, estudia, reza, ve a misa.

          ¿Qué hacer?  La primera cosa es no dejar solo al joven frente a sus primeras elecciones de su vida. Los padres y educadores están llamados a aceptar este camino con esperanza y confianza. Los chicos/as tienen una necesidad extrema de encontrar en los padres una gran capacidad de diálogo, así como un testimonio límpido de coherencia entre convicciones y elecciones en la vida. Para esto es necesario que los padres y los hijos aborden tranquilamente los temas religiosos. Ocurre que muchas veces estos temas en casa se tratan a la ligera.

          Al adolescente no le bastan las manifestaciones de una religión convencional y hecha de normas. Quiere que todas esas estructuras pasen a su conciencia para hacerlas suyas. El peligro mayor consiste en que no vea modelos de referencia. Se hace a menudo esta pregunta: ¿La fe y la religión me dan una respuesta para que sea feliz?

          El mismo se da cuenta de que la fe es un itinerario personal. Y para este itinerario necesita compañía; personas que lo acojan con discreción y se conviertan para él en punto de referencia. Así puede descubrir que la dulzura, la belleza y el gusto por vivir no están en contradicción con la fe, como tampoco lo están la fe y la inteligencia.

          Sobre todo, debe descubrir que Jesús no es una especie de figurita en un album infantil, sino una persona que habla y que está viva con una dimensión eclesial