Postal a los jóvenes

Sé un joven de verdad

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

        

Si miras a tu alrededor, te darás cuenta de que hay mucha gente estresada, nerviosa, agresiva y violenta. Tu reflexión, ante esta situación, te lleva a pensar que no hay mucha gente equilibrada, ordenada, educada y madura.

Y te preguntarás: ¿cómo lograr que yo sea un joven de verdad?

Hay tres palabras que pueden ayudarte a ser un joven verdadero: espiritual, sensible y físico. Estas tres palabras, bien conjugadas en tu vida personal, te ayudarán a sentirte feliz.

Depende de ti el puesto que le des a cada uno de estos componentes. Si se lo das a lo físico, quiere decir que para ti el valor supremo es darle gusto al cuerpo y a todo lo que pida. Esto te llevará a una entrega ciega a lo físico.

Si, por el contrario, intentas que sea el componente espiritual el que reine en tu vida, entonces te sitúas en una esfera muy superior. Es la razón, la inteligencia y todos los valores los que van a primer sobre otros aspectos. Si no mantienes el orden de los valores, tu formación será errónea.

Si das mucha importancia a la sensibilidad, te granjearás la amistad y el cariño de todos, porque te capacitas para sentir con los demás tanto las penas como las inmensas alegrías. Si no embotas tu sensibilidad, te sentirás una persona abierta, cercana a todos y, al mismo tiempo, equilibrada en tus relaciones con los otros.

No confundas sensibilidad con la simpatía o antipatía hacia alguien.

El chico/a en pie es aquel  que se mantiene libre, domina su sensibilidad en lo que tiene de extravagante  y domina equilibradamente las apetencias del cuerpo, cuando son indignas. Lo que te garantiza una formación y madurez, a tu edad, es que vayas aporendiendo a equilibrar tus tres poderes unificándolos en tu persona. Abre tu alma a Dios, la parte espiritual, y te sentirás fortalecido.

San Pablo, cuando estaba en dudas y algo raro, acudía a Jesucristo. Y éste le decía: "Te basta mi gracia."

Si no acoges a Dios, te mutilas. Ten en cuenta que eres un joven divinizado, una persona en la que habita el Espíritu de Dios.

Este componente te ayudará a unirte a Dios y a transformarte en él. Sólo el joven santo, equilibrado es el que se libra de toda atadura imperfecta para acoger "en sí" totalmente a Dios y a todos los seres humanos.