Postal a los jóvenes

Ritos fúnebres

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

        

El día 2 de noviembre es la conmemoración de los fieles difuntos. El acontecimiento de la muerte de una persona constituye un hecho fundamental de la existencia en casi todos los pueblos de todas las razas y lenguas. Algunas religiones le dan una importancia igual o superior a la del nacimiento. En las  sociedades primitivas es un culto mediante una sanción socio-cultural mucho más marcada.

          El término de un ciclo vital o el paso de una dimensión de la existencia a otra llegan a ser motivo de una rica gama de prácticas, tendencias, ritos de purificación, emarginación y reintegración. La experiencia del luto permite el desahogo de una sensibilidad elevadísima por parte de varios grupos sociales en Africa. Asia, América y Polinesia.

          El significado que se atribuye a una ceremonia fúnebre tiene una connotación religiosa muy sentida respecto a las concepciones cristianas. La manifestación del dolor por la muerte de una persona, el miedo de la muerte o la conciencia de que la vida continúa  se enfatizan de modo extraordinario. Las costumbres y las prácticas ceremoniales varían en el mismo clan o tribu según el sexo, la edad y el estado social del difunto.

          El alma de los muertos

          La interpretaciones de cómo es la ultratumba son muy diversas. El alma separada del cuerpo, además de seguir un trayecto ultraterreno, también se diferencia de cultura a cultura, de pueblo a pueblo, de persona a persona y se identifica en muchas clasificaciones. Puede tratarse de un alma-sombra, un duende, un soplo vital o alguna  cosa según sea la sensibilidad religiosa. Las almas pueden ser eternas o durar sólo algún tiempo, desaparecer en la  nada o encarnarse en otro cuerpo. Una población de los Urales cree que el alma cambia siete veces y al final se cambia en pez. En Siberia hay una creencia de que el alma del difunto hace un camino hasta convertirse en un minúsculo insecto y desaparecer sin dejar rastro.

          El luto

          Las personas que llevan luto  se cubren la cabeza y se aíslan durante cierto tiempo  en una zona límite entre los vivos y los muertos. Si el muerto ha sido jefe o soberano, el luto cubre no sólo la esfera familiar, sino a todos sus súbditos. En Nigeria, por ejemplo, el luto se lleva hasta que el difunto no se reúne  con sus semejantes o no se reencarna. En Madagascar, el ingreso definitivo en el mundo de los muertos o el final del luto  se quita cuando el cuerpo se ha descompuesto. Lo importante es que el difunto se despoje de su carne.

          No se contempla el luto con niños muertos antes de que formar parte del clan de pertenencia, privados, por tanto, de nombre o de la circuncisión o de cualquier otra forma de sanción social que le haya introducido entre los vivos. No tienen ningún ceremonial, porque que se cree que no tienen alma.

          En España, hasta no hace muchos años, el luto tenía sus reglas. Los hombres llevaban un distintivo en la manga de la chaqueta, las mujeres vestían de negro riguroso durante 3 años. Dependía de los pueblos.

          La muerte  y la otra vida están presentes en todas las civilizaciones y culturas. La cristiana sabe que, tras la muerte de Cristo, la vida es siempre ascendente hasta desembocar en la eterna, la vida en unión con Dios. Se muere para el Señor.