Postal a los jóvenes

“La Navidad tiene una cara”

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Llegará pronto el día anhelado de la Navidad. Tiempo ideal para que te preguntes quién es Dios para ti. De tu respuesta depende que te dejes influir, transformar y seguir los caminos de la exigencia que él plantea a cada ser humano, sea la edad que sea. Si no es así, te encontrarás ante Alguien de quien pasas olímpica o indiferentemente.

Hace muchos siglos, Isaías comprendió y vaticinó la Navidad cuando proclamaba ante todo tipo de gente:”Yo soy el Señor, y no hay otro”. Esta es la cuestión. Sólo él es el Señor. Sé que ya sabes por tu grande, mediana o escasa cultura religiosa- ya no hablo de tu grado de fe- que no viene mal este recuerdo navideño centrado en lo esencial del creyente, si lo eres. Puede que lo sepas todo de memoria. En la cabeza. Pero no ha llegado a permear y a darle sentido a tu vida (posiblemente).

Sí, digo posiblemente. Es posible que tengas otros señores. Tú sabrás cuántos. Tan sólo te transcribo lo que se oye en la calle, palestra donde se dibujan y manifiestan infinidad de caras y de creencias.

Hay quien- en estos días, sobre en estos días- tiene como señor principal el consumo. Se consume de todos los señores que el mundo bella y luminosamente te presenta ante tu mirada. De lo religioso, muy poco algunos, otros mucho y los hay también que “nada”. Y me parece normal, de tejas abajo, que tu señora preferida sea la comodidad.

Si siempre el señor egoísmo es quien dirige las pautas de tu existencia, estos días que se acercan son propicios para darle el mejor de los cultos. Es normal. Si tu corazón se cierra a los designios de Dios sobre tu persona, adora a uno de los frutos de tu egoísmo: la poderosa soberbia.

No obstante habrá voces que, aún sabiendo que van a contracorriente, te lanzarán las palabras de Isaías: “Yo soy el Señor”.

Y no creas que lo hacen para aguar las fiestas. No, ¡qué va! Te lo dicen para que ahondes en la verdad de ti mismo y en la libre elección que puedes hacer deque sea él, el Señor, quien colme tus anhelos de felicidad interior, fustigada por otros señores que te llenan en tu exterior.

Puede que si te dedicaras algunos ratos libres durante estas futuras jornadas, te darías cuenta de que vives envuelto en un mogollón de situaciones frívolas, ligeras y superficiales. Te darías cuenta que, “posiblemente”- otra vez la palabrita-, de que tus dioses de banalidad y frivolidad te sangran el bolsillo pero te secan aún más tu corazón.

¿Sabes lo que logras con estas cosas? Entretenerte pero no te sientes lleno en tu interior. Por eso, cuenta la calle, que estos días son melancólicos, tristes...porque se recuerdan a quienes se fueron. Está bien, pero un creyente que tiene un Señor sabe reorientar su existencia bajo la óptica del acontecimiento que trastocó los planes de la historia: el nacimiento de Jesús.

La persona de Juan Bautista, clave en estos domingos anteriores a Navidad, es fundamental. Le pregunta a Jesús: ¿Eres Tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?

“Y si eres sincero, escucharás la respuesta de tus señores tan clara como el día:”Yo no soy, yo nada más estoy aquí para entretenerte”.

Y si le preguntas a la calle, tu gente, algunos de tus colegas, la moda, los adornos, la superficialidad, a la opinión de los demás, al respeto humano, a la pereza:”¿Eres tú el Mesías, o tengo que esperar a otro?

Y de nuevo, si eres sincero, escucharás la misma respuesta: “Yo no soy, yo estoy aquí nada más que para entretenerte”.

Creo que te he dicho las cosas claras. Hay gente que vive sólo y nada más que de eso y para eso. Y para no quedar mal, plantan el arbolito y las luces y los regalos, la fiesta y el viaje. Se enrollan en esos señores, como si fueran Mesías.

Joven, esta página no intenta herirte, ni comerte el coco. ¡Lejos de mí! Pero no te vendría mal que te preguntases con sinceridad:¿De dónde me viene este vacío que tengo en mi interior? ¿No será porque te falta Aquel que es capaz de limpiarte de tu ceguera y empecinamiento?

La palabra Jesús es muy seria: “Será feliz aquel no se escandalice de mí”; será feliz aquel/a que sea capaz de traspasar esa cara superficial de la Navidad y se deje enamorar por el rostro profundo de Dios que viene a traerle el amor verdadero de la vida.

Si te quedas en la superficie, nunca te comprometerás en nada que valga la pena ni en la educación, ni en el matrimonio...

La Navidad tiene una cara refulgente desde la que todo adquiere novedad y sentido nuevo: la persona de Jesús.