Postal a los jóvenes

La familia, la primera escuela

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

        

Me imagino que tu familia te ilusiona. En ella encuentras paz, tranquilidad, sosiego y bienestar humano, social y religioso. Este tercer milenio, cuyo segundo año estás celebrando, se presta a que mejores tus relaciones familiares.

          No esperes que las demás instituciones puedan suplirla. Ella es la <<la primera escuela de todas las virtudes humanas y cristianas>>, y su misión es la de ser, cada vez más, una <<comunidad de vida y de amor>>.

          Juan Pablo II, conocedor como nadie de la humanidad, dice que este es el horizonte en el que hay que encuadrar a la familia, considerándola al mismo tiempo <<la más pequeña de las células sociales y el vínculo sacramental en el que un hombre y una mujer forman una unión de amor mediante la <<decisión libre y responsable de unirse>> en la aventura y desventura>>.

          Para los cristianos, el matrimonio y la familia forman parte del designio de salvación y desempeñan un papel singular para el bien de la persona y de la sociedad humana. Dios eligió para encarnarse una familia humana.

          Cuando tu familia marcha bien, se puede decir  que en ella actúa Dios directamente, no de forma mágica, sino porque ella se deja permear por la obra del Espíritu de Dios en su vidas entera.

          En este tercer milenio, la familia tiene un gran desafío: restituir los valores fundamentales de que pertenece al patrimonio de la humanidad. Si una familia está amenazada, es la humanidad entera la que sufre este zarpazo.

          El primer valor, dice el Papa, es <<el valor de la persona, que se expresa en la absoluta fidelidad mutua hasta la muerte: fidelidad del marido para con la mujer y de la mujer para con el marido. La consecuencia de esta afirmación del valor de la persona, que se expresa en la relación entre marido y mujer, debe ser también el respeto al valor personal de la nueva vida, es decir, del niño, desde el momento de su concepción>>.

          Cuando hay ideas claras y una vivencia ejemplar de la situación familiar, eres tú, joven, el primero que paga las consecuencias. No te sientes a gusto en casa, no dialogas, te arrastra la sociedad con reclamos e incitaciones, y te sientes cómodo, a primera vista, yendo a tu bola.

          Cuando en la escala de la familia, el valor fundamental es tener antes que ser, el desequilibrio no tarda en venir. Tú, que vives en una familia concreta, estás llamado no a criticarla y chantajearla, sino que estás llamado a construirla con tu aportación personal.

          Puede que los gobiernos pasen de la familia, pero tú, que eres parte integrante, tienes que defenderla contra viento y marea contra las corrientes de la Nueva  Era: hoy no debe haber compromisos de por vida sino parejas sentimentales que, al hartarse de vivir juntos, se separan y se acabó.

          Estás llamado a vivir <<la realidad de la comunión en el esfuerzo constante por desarrollar una auténtica comunidad de personas>>.

          Todo lo que no sea vivir esta realidad de comunión en familia, es como encontrarte en una pensión en la que te da de comer, te dan dinero y no te falta nada para tus intereses económicos. Pero los demás valores se esfugan y volatilizan en el vacío.