Postal a los jóvenes

Hr dicho a Dios que si

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB



Un texto, una palabra, el encuentro de Jesús con la Samaritana.
Tenía sed de por encontrarme con la fuente que me animara, sed de encontrarme con Jesucristo mediante el Evangelio. ¿Qué hace él? ¿Qué dijo é? ¿Cómo mira él?

Estaba ahí con todos mis deseos, mi sed, y su palabra se imponía “ Dame de beber, ligada a la del Cristo en la cruz:”Tengo sed”.
Estas palabras me llamaban a amar porque era amado/a tal y como soy...
Las preguntas permanecían en mí: ¿Vida consagrada, celibato, matrimonio? El amor humano tenía un gran peso para mi, mis amigos/as se casarían y el compartir de nuestros caminos me cuestionaban. El celibato consagrado, ¿qué sentido tiene hoy?

Dos años de equipo con dudas, con desalientos, pero al mismo tiempo con alegrías y liberaciones. El miedo de afrontar incomprensiones, de no ser reconocido/a como persona completa. ¿No podría ser todo fruto de mi imaginación?

Quería verificar con otros que mi respuesta se enraizaba ya en mi vida mediante compromisos, elecciones, tomas de posición; quería luchar por una justicia mayor, para que cada uno sea respetado.

Después, una cierta angustia ante un proyecto que me sobrepasaba, que no podía discernir y una paz grande que me llevan a a tomar conciencia de que la iniciativa viene de Otro que conoce mi debilidad, que no es simplemente mi proyecto, sino la participación en un proyecto más amplio que no me compromete sólo a mi.


El Señor me ha fascinado totalmente. Es El la fuente de este Amor que quería universal y al que respondería con toda mi vida situando o colocando mis pasos en los suyos para amar mejor, para servirlo...


Trabajar con otros para una misma misión me apasiona, participar en el anuncio de Jesucristo, nombrar al que es la fuente de la Vida, compartirlo con los hombres. Mediante ellos y la oración he encontrado al Señor.

Seguir a Cristo pobre; para mí, el celibato es pobreza pero también dinamismo que busca la voluntad de Dios y una vida fraterna. Ayudarse a buscar a Dios por una vida comunitaria, trabajando por una misma misión, unidos en la oración...todo eso me hace enormemente feliz.

Conozco barcos que se quedan en el puerto por miedo a que las corrientes los arrastren lejos, conozco barcos que se apolillan en el puerto, porque no se arriesgan a desplegar sus velas e irse mar adentro.

Conozco barcos que vuelven al puerto, hartos de navegar por todas partes; conozco barcos extrañamente parecidos, cuando han compartido años y años al sol.

Nunca pienso en lo que he dejado en esta sí a Dios. Es mucho más lo que he ganado con esta entrega total y célibe a Dios en su Evangelio.

Cada uno tiene su misión en la vida. Y a cada uno le incumbe desarrollar sus dones para gloria de sí mismo, de la sociedad y para la expansión- en mi caso, dice Mannick, del Reino de Dios.