Postal a los jóvenes

Frente a cierta cultura actual, el corazón

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

        

Estás inmerso en una cultura que favorece la inteligencia, el deseo, la sexualidad, algunas veces también el ardor, la violencia en los fenómenos colectivos, pero muy poco el <<corazón>>, en el sentido del ser más esencial de la persona.

          El hombre de hoy vive esencialmente en estas tres dimensiones: la intelectual, la dimensión del ardor, de la agresividad, de la violencia, y la dimensión del deseo que es triturado sin cesar por toda la atmósfera de la época. El problema es justamente cómo hacer descender la inteligencia, y también hacer subir el deseo, al <<corazón>>, que es el crisol donde van a encontrarse purificados en el fuego de la gracia y donde la persona va verdaderamente a unificarse y superarse, a unificarse y abrirse.

          En el cristianismo se observa la tradición de la repetición pacificadora que vacía en cierto modo el intelecto de su agitación, que le permite unirse al <<corazón>> y disponerse así a la oración. Es, por ejemplo, lo que se llama la <<oración de Jesús>> en Oriente, o el <<rosario>> en la Iglesia latina.

          La oración repetitiva o el canto lleva al corazón como centro de integración, apertura y superación del ser humano en su totalidad. La persona se descubre así misma, pues, siendo imagen de Dios, sólo existe unida a Dios. Cuando se reza de esta forma repetitiva es como si algo se desgarrara. Es una experiencia que vive mucha gente.

          Lo esencial del cristianismo puede decirse con unas cuantas palabras. Si se canta un canto y cada uno lo repite, hay una dulzura que viene de ese canto repetitivo y una paz interior que es muy importante.

          Como a menudo los jóvenes no saben qué es la oración personal y, en realidad, tampoco saben lo que es la oración litúrgica, es bueno darles esas realidades esenciales bajo esta forma.

          Y además así es posible vivir una experiencia espiritual profunda.

          Habitúate a cantar varias veces un canto. Ve pensando en lo que cantas. No te aburras. Poco a poco irá entrando en tu interior un soplo de serenidad, un aire fresco en tu mente y una alegría intensa en tu corazón.

          Si no quieres cantar, ora. basta que digas, porque ejemplo, "el Señor me ama siempre."

          Hazlo tranquilo y pausado. No tengas prisa. Al cabo de un rato, habrás notado que te sientes otro distinto. Ha sido la fuerza de la oración la que ha penetrado en ti como una brisa suave que te ha acariciado tu ser más íntimo: tu corazón que es la sede de tus afectos y el unificador de tu persona.