Postal a los jóvenes

El secreto de la educación está en el amor inteligente

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

        

Si alguna vez cae en tus manos el libro de Tagore, manténlo cerca de ti. Muchas de sus ideas y sentencias te ayudarán a darle un enfoque nuevo a tu vida  en sus  diversos aspectos o dimensiones.

          Lee estas palabras: ¡ Suéltame los lazos de la dulzura, amor mío! ¡No me embriagues más con el vino de tus besos, que la niebla de tu denso incienso me ahoga el corazón! ¡Abre de par en par las puertas, que entre la luz de la mañana!

          Hay gente que se alimenta, bebe y duerme pero su corazón está seco. Menos mal que siempre se encuentran con personas que le aportan el alimento de la ternura, manifestada en atenciones, en caricias y en un ambiente de comprensión.

          Y estas personas, una vez que han recibido este aire bienhechor, cambian completamente. Un soplo de felicidad entra en su interior para refrescarlo y hacerle ver que todo puede ser bello.

          Ya no se detienen en vanidades, sino que van a las verdaderas fuentes en las que saciar su sed de melodías, sonidos y sabores. Cuando alguien viaja a tu corazón desinteresadamente, percibes que entra algo nuevo y distinto de lo habitual.

          Este es el secreto de una buena educación: ir a la otra persona con el arma del amor y la fuerza de la inteligencia. Pero estas dos fuerzas tienen que ir acompañadas de la ternura para que tú no te sientas superior a nadie y el otro te pueda aceptar y acoger como amigo y educador.

          Solamente así será posible una disciplina y orden aceptados como elementos de crecimiento personal.

          Cuando, por el contrario, vas a la obra educativa de mal humor, gruñón o dando gritos, además de no conseguir nada, te haces daño a ti mismo.

          Suelta los lazos de tu dulzura, embriágate en lo bello que hay en cada persona, en su propia originalidad y todo se convertirá en un incienso que huele bien y sube al cielo como la más ferviente plegaria.

          Si en tu trabajo de creyente, no vas cargado y perfumado con la flor de la plegaria, con tu intención purificada ante los ojos de Dios, poco puedes  lograr en tu obra educativa.

          Recuerda que la educación es obra del corazón. Por tanto, si no amas a tus educandos, te resultará muy difícil - hoy en día - estar con ellos para transmitirles no  solamente conocimientos, sino también y, sobre todo, una escala de valores por los cuales puedan regir sus vidas.

          Sumérgete en el mundo del corazón purificado y bien orientado. La felicidad que tienes se acrecentará en cada instante. Y en la medida en que más felicidad saques de tu propia vida, notarás que queda más y más.