Postal a los jóvenes

Ellos hablan de ellas

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 



Los chicos y las chicas tienen las mismas cualidades intelectuales y no creo que se puedan diferenciar la de unas y la de otros. En una clase se ve en seguida que no hay diferencia de inteligencia entre los sexos. Hay chicas a las que le van mejor las matemáticas o la lengua que as los chicos y recíprocamente.
Hay tanto profesores hombres como mujeres. Los prejuicios que tienen algunos chicos de cara a las chicas no se mantienen en pie. Si las chicas son tan inteligentes como los chicos, hay que reconocer que ellas tienen menos facilidad para acceder a los puestos de trabajo. Y si acceden, ganan menos.
Es la historia la que permite esta situación injusta y la falsa creencia de que los chicos son superiores a las chicas.

Nos gusta que las chicas sean guapas pero que tengan algo interesante en sus cabezas y en la conversación. Las lanzadas buscan en seguida la ternura e incluso quizá el amor, pero las auténticas tiene menos necesidad. Quieren a jóvenes que las defiendan y las protejan. A nosotros nos ocurre igual. Queremos encontrarnos con alguien con quien nos entendamos y que nos dé ternura, ya que la ternura no es ninguna enfermedad.

Recientemente he leído un estudio llevado a cabo por un doctor. Observaba que el hombre, aunque sea más fuerte físicamente, es menos resistente que la mujer ante la enfermedad y la muerte. Demostraba así que la mortalidad infantil afecta más a los chicos que a las chicas. Se ha dicho siempre que el chico era el símbolo de la fuerza y que la chica lo era de la debilidad y del afecto. Personalmente, esta afirmación es falsa.

No hay superioridad ni inferioridad, aunque las chicas no tengan la misma musculatura que los chicos. Sería bueno de una vez para siempre que estos tópicos desaparecieran. Pues si se observan las cosas de cerca, hay que reconocer que los hombres emplean sus fuerza para matar, torturar o dar la lata.
Habría que hablar del trabajo de la mujer que, tras una jornada agotadora, se ocupa de los niños y de las tareas del hogar.
Las chicas, debo confesarlo, me dan un poco de miedo. Esperan de nosotros siempre la primera palabra, la primera caricia, el primer compromiso. Nos corresponde a nosotros “mojarnos” y tomar decisiones.
Incluso las que se tienen por feministas, es raro que alguna nos dirija la primera palabra que tanto nos gustaría. Si por la calle intentamos abordar a una de ellas que tiene el aspecto de simpática, no lo hacemos porque nos va a decir: “Qué buscáis, macarras”.

Nos damos cuenta de que las chicas son complicadas. Ninguna se parece. Un día está alegres, y al día siguiente, tristes. No sabemos por qué. Y si al menos nos lo explicaran. Pero¡ qué va!
Sabemos que no debemos generalizar ni encasillarlas como superficiales.
Sin embargo, debemos afirmar que son a veces más sensibles y afectuosas que nosotros, porque poseen sin duda el sentido maternal.

Dicho esto, no podemos que nosotros no tengamos sensibilidad, ni afectividad. Todo depende de su educación y de su carácter. Somos menos visibles que ellas. No nos mostramos tal y como somos.
Por eso nos preguntamos: ¿Por qué no tenemos también nosotros el instinto maternal?

Ante un niño, sentimos lo mismo pero no lo expresamos de la misma manera.. Habría que profundizar sobre este problema para no quedarnos sólo con las ideas recibidas y preconcebidas