Postal a los jóvenes

El futuro está en la ternura (I)

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB





He aquí una palabra de la que todo el mundo habla hoy. Nadie puede vivir sin ella porque la vida sería muy difícil si faltara.
Una palabra que va directa al corazón, pues evoca los momentos en los que nos encontramos maravillosamente bien, distendidos, confiados y gozosos de amar y ser amados...

Una palabra que sintetiza afecto, calor, dulzura y consuelo. Es la ternura de los padres para con los hijos, de la esposa respecto a su esposo, de los hermanos y hermanas, de los amigos...

Una palabra de la que se tiene a veces miedo, pues no se conoce cuál será la reacción del otro. Hay gente tan especial que se mofa de quien posee este don magnífico de la ternura, pero le llaman sentimental y romántico con sentido despreciativo.

La ternura es un valor tan necesario en nuestra vida como el aire o el alimento. Se alimenta de cosas pequeñas que brotan del corazón: una mirada, una mano, una sonrisa, un gesto, una palabra, un estímulo, un aliento...

Un valor casi imposible de traducir si se tiene la cabeza vacía y el corazón de piedra, si alguien se deja llevar de la molicie o de la pasividad, si se es tan sólo un fuego artificial epidérmico o un momento fugitivo...

Una puerta abierta a los sufrimientos más íntimos, más secretos, más recónditos, aquellos que apenas nos atrevemos a balbucir...

Una alegría, creación duradera de un amor que crece, de una amistad que se construye...

La ternura, ¿es un riesgo que hay que correr? Sí, el riesgo de la gratuidad.

NO ES UNA ENFERMEDAD

La ternura es un producto raro. Sin embargo, sin ella, el hombre y la mujer no llegan a ser verdaderamente seres humanos. Pero la ternura es a menudo desacreditada ya que se confunde con estados que no son ella.

Siempre es peyorativo que alguien es “tierno”. La ternura se confunde con la sensiblería y el sentimentalismo. Es un error, pues la ternura no tiene nada de amaneramiento.

Cuando los fortalezas se derrumban, vamos hacia el otro y tenemos al mismo tiempo miedo de él o de ella por el riesgo de representar un papel que se le asigna.

Ante todo esto, tenemos medios para defendernos y neutralizar los ataques de gente desaprensiva. Con ellos la ternura sobra.
La ternura aparece cuando nuestras relaciones humanas dejan de ser utilitarias, cuando no esperamos necesariamente algo de los otros. Comienza con el respeto y el reconocimiento de su libertad.

Ella está en la base de una alegría rara pero única: la que se experimenta cuando se da sin esperar inmediatamente nada a cambio.

Hoy tenemos que convertirnos en personas que luchan por implantar la ternura en el mundo actual, “hay que dejar que su música baile libremente en la piel de cada niño, o que acaricie suavemente el rostro de cada viejecito. Un mundo, vestido con el ropaje humilde y sencillo de la ternura, sería otra cosa. Quiero vivir en un mundo en el que los seres humanos tengan abiertas las barreras de la ternura sin más títulos que su propia humanidad, sin que necesiten pactos, castigos, policías y predicadores. Quiero que se pueda entrar en todos los hogares, en todas las iglesias, en todos los palacios, sin que sea preciso sacar entrada a costa de unas monedas engañosas”. Quiero que ondee la bandera de la ternura en todos sitios.