Postal a los jóvenes

Domingo Savio (I) Un adolecente con ganas de ser Santo

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 



Confianza y santificación

A los 50 años de su canonización-


UN ADOLESCENTE CON GANAS DE SER SANTO


No cabe la menor duda de que este mismo titular te espanta a simple vista. Y no me extraña. El consumo no es, desde luego, el mejor medio para lanzar al joven por la autopista de su perfecta realización personal y cristiana. Pero me gusta que, al menos, conozcas modelos del este estilo en la vida actual.

Este joven, nacido en el seno de una familia cristiana, destacó poco a poco por sus cualidades humanas y espirituales en el colegio de Valdocco de Turín. Su maestro D. Bosco tenia 39 años y desplegaba su actividad apostólica, cultural y profesional con los chicos y los jóvenes empleando su “Sistema Preventivo, basado en la razón, la religión y el afecto profundo. Entre profesor y alumno se entabló en seguida una relación marcada por la confianza lúcida, clave por excelencia para un posterior seguimiento de su persona que se abría a la vida de los sueños propios de su edad.

UN AFECTO LÚCIDO

Entre ambos se instaura una alianza honda. Los dos se sitúan en las coordenadas de la escucha del Espíritu mediante una relación de afecto limpio. Domingo se siente amado y respetado, admira a su maestro al que llega a considerar como amigo y padre. Actitudes clásicas en un adolescente, que se revelan constructivas en el acompañamiento espiritual con la única condición de que sepa orientarlas correctamente.
D. Bosco lo entendió pronto. Al chico había que mostrarle el lado de una verdadera amistad y de esta, lanzarlo al encuentro de otros amigos.

Al reconocer sus buenas cualidades, no tardó en sugerirle en que formara grupos de fe. De hecho llevó a cabo la formación de las “Compañías”, constituida por grupos de chicos selectos que tuvieran dignas y excelentes aspiraciones de ser mejores y apartarse de la mediocridad. El educador estaba siempre a su lado, pero no como un vigilante, sino como un amigo para estimularlo en el encuentro con Cristo y con los demás compañeros.

DESCUBRIR LA GRATUIDAD

D. Bosco no dejaba de animarlo a que viviera una verdadera vida sacramental. No eran tiempos propicios para la comunión frecuente. El, sin embargo, adivinó- como profeta de los chicos- que la confesión frecuente, la oración personal y comunitaria eran las sendas seguras para Domingo tuviera la experiencia cristiana maravillosa de lo que significa la gratuidad de Dios.

Mediante este contacto con lo trascendente, fue descubriendo el don que anhelaba hacer de sí mismo a Dios. El mismo se imponía sacrificios para escalar pronto la cima de la santidad. Si muchos hacen esfuerzos por mantener su cuerpo ágil, él, además, captó que no hay ejercicios mejores que aquellos que conducen a lo esencial. D. Bosco, como buen guía y director espiritual, no quería que perdiera su equilibrio psicológico y su salud que, de por sí, no era muy fuerte que digamos.
La santidad, le decía, no se conquista a puñetazos o por acumulación de méritos. El Reino de Dios es un reino de sobreabundancia y de gratuidad. Este es el descubrimiento que nos empuja a ser realmente lo que debemos ser: personas de gratuidad.

ENCONTRARA DIOS EN LA VIDA DIARIA

Esta senda de subir poco a poco los escalones de la santidad no se debía presentar como algo difícil de lograr. En todo caso, se trata de ir a lo concreto, a lo banal y diario. Con la vida diaria bien vivida se solidifica la santidad. Por eso, la inquietud mayor de D. Bosco con Domingo consistió en la experiencia cotidiana de alumno que vive en un internado. Le decía: “Tú eres alumno..., elévate con la gracia del Espíritu hasta el conocimiento de Cristo Resucitado, vive plenamente la condición de hijo de Dios”.

Este fue el consejo o la consigna que estructuró el camino propuesto a Domingo Savio. Ser alumno suponía para él asumir lo mejor posible el trabajo escolar. Y por supuesto, saber también encontrar su puesto en el interior de la clase y a veces en el internado en el que vivía. Algo más todavía: buscar espacios de esparcimiento en los que se hace la experiencia de vivir a gusto con el ejercicio físico, la diversión los juegos.
Encontrar a Dios en el juego, en el estudio serio y en todos los lugares: Fue así como descubrió la importancia de ser testigo de la misericordia y portador de la reconciliación. De hecho, cuando había conflictos entre sus compañeros intervenía de forma positiva.
Con esta gran sencillez, se dio cuenta de que había que vivirlo todo según la óptica del Evangelio.
Animado por D. Bosco, tomó conciencia de la importancia de su fidelidad a Dios; una fidelidad vivida en “Las Compañías”. El y sus amigos comprendieron bien la consigna de su maestro: “La santidad consiste en estar alegres”.