Postal a los jóvenes

Camino de Tierra Santa

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Evangelio: Marcos 1,40-45

“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, supli*cándole de rodillas:“Si quieres, puedes limpiarme”. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con gran*des ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en des*campado; y aun así acudían a él de todas partes”.

Un leproso se acercó a Jesús. Le suplicó de rodillas.

Se dirigió a Jesús con gran confianza: Si quieres, puedes limpiarme.

La respuesta de Jesús se compone de dos elementos:

1) Sintió compasión, extendió la mano, lo tocó y
2) Le dijo: Quiero, queda limpio.
Quizá lo que más impresiona es ese toque, a un leproso. No tenía necesidad de tocarlo para sanarlo, pero su compasión lo llevó a un gesto peligrosísimo. Según las costumbres de la época ese toque podía suponer a Jesús una cuarentena.

Quedó limpio.

Jesús lo despide y le encarga severamente algo imposible, que no se lo diga a nadie y que cumpla el precepto de la Ley.

Al ex-leproso tiempo le faltó para divulgar el hecho con grandes ponderaciones, causando inconvenientes a Jesús.

Señor Jesús, haz que ya que creemos en abstracto que tú eres Dios Todopoderoso, podamos en concreto confiar tanto que nos salga, como al leproso, del fondo de nuestro ser ese si quieres, puedes… A ti Espíritu de Jesús, te pedimos con sencillez que enciendas en nosotros esta confianza en la práctica. Amén.

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Sólo cuando se comparte hasta que duele, pueden recorrer un camino de dignidad todos los marginados. A Jesús se le acerca un leproso, caso extremo y prototipo de la marginación religiosa y social. Se estremece ante la oración de un excluido. Se conmueve y se indigna de que la ley margine, y además en nombre de Dios. Jesús viola la ley al tocar al leproso y le dice palabras entrañables. Jesús se hace marginado. Que el Espíritu Santo ilumine tu marcha hacia la verdad; trabaja mano con mano por un mundo de paz y de justicia. No excluyas a nadie de tu amor, no reconozcas marginación alguna. Vive de tal manera que te sea posible el diálogo con todos los que están en las orillas del mundo. Orar es quedarnos en silencio y en verdad ante Dios, es acoger su alegría en el fondo de corazón, es asistir asombrados al nacimiento de palabras y gestos de amor hacia los marginados.