Postal a los jóvenes

Se marcharon con él

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echan*do el copo en el lago. Jesús les dijo: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él”.

Y SE MARCHARON CON ÉL

Es verdad que el camino de la oración hay que hacerlo casi siempre a contracorriente de la mentalidad del mundo. Pero también es verdad que cuando uno busca al Señor con verdad, pronto escucha el ruido de otros pasos que también buscan las huellas del Amigo, y a estos pasos se unen otros pasos, hasta formar “el grupo que busca la presencia del Señor”. Por otra parte, el orante no es un extraterrestre. Vive con los pies en el suelo, está metido de lleno en el entramado de la vida, vive la amistad y el dolor, comparte con otros mil proyectos, trabaja, descansa, disfruta. Así que, unido a los orantes y unido a todos los hombres y mujeres de este tiempo, podemos orar.

Señor, enséñanos tus caminos. ¡Qué hermosa súplica! Indica apertura, humildad, confianza, deseo de caminar. ¡Cuántos han comenzado su encuentro con el Señor con estas o parecidas palabras del Salmo! “Enséñame a buscarte y muéstrame a quien te busca, porque no puedo ir en tu busca, a menos que Tú me enseñes, y no puedo encontrarte si Tú no te manifiestas”, así oraba San Anselmo.

Vino la Palabra del Señor. Como respuesta a la súplica, o como irrupción exigente en el caso de Jonás. Viene la Palabra y en ella un Dios que se presta al diálogo. Viene la Palabra y Dios se pone al alcance de la mirada. Viene la Palabra cargada de amor. Y es peligrosa, porque es voz de los olvidados, porque rompe estrechos esquemas mentales excluyentes y ensancha el espacio de la tienda del encuentro. Quien ora está llamado a depositar en el mundo, junto a tantas voces plurales, la Palabra del Señor; está invitado a atravesar las Nínives de hoy con la Palabra, como Jonás.

Está cerca el Reino de Dios. Pero no ha aparecido todavía en plenitud. Es más, lo contrario al Reino tiene a veces más brillo y mete más ruido que las señales del Reino. Por eso, se nos caen a veces, a los orantes, las alas de la esperanza, porque vemos más lo negativo que lo positivo. Orar es buscar las esencias, buscar al Espíritu que anida en el corazón del hombre. Es escrutar y reconocer el Reino en todos los movimientos de liberación. Es aprender a ver la purificación, el dolor, el sufrimiento, como candelas que alumbran una humanidad nueva. “Danos Señor, la luz que nos permita ver tu amor en el mundo a pesar de los fallos de los hombres. Danos la fe para confiar en la bondad a pesar de nuestra ignorancia y debilidad”.

Y se marcharon con Él. Aun con todo el riesgo que supone, aunque no todo esté claro, ¿apostaremos hoy por Él? ¿Nos marcharemos con Ël? Tenemos por delante una tarea fascinante: soñar un mundo nuevo, servir con ternura a los pobres, entrar en la espesura del amor hecho Eucaristía, hacer un viaje sin mapas, pero todo hecho con Jesús.