Postal a los jóvenes

“No se habían convertido” (Mt 11,20)

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

Todo el amor entregado de Jesús a la humanidad es una invitación a la conversión. Cada eucaristía es una fuente de conversión. Cultiva hoy el asombro. Asómbrate del amor de Jesús que se pone sin condiciones en tus manos. Asómbrate del amor loco de Jesús que se entrega por entero para darte vida.
Tu eucaristía es siempre un amor ofrecido. La mía, ¿qué es, Señor?

Mt 11,20-24: “Sodoma será juzgada con menor dureza”

Las palabras de Jesús contraponen la actitud de las ciudades paganas que reciben y aceptan el mensaje del reino, y el pueblo judío que lo rechaza. Los habitantes de Cafarnaún, Betsaida y Corozaín fueron testigos de muchas acciones milagrosas de Jesús que señalaban la cercanía del reinado de Dios. Sin embargo, no se abrieron a él. Jesús se lamenta por semejante actitud. En cambio, aquellos pueblos paganos simbolizados por Tiro y Sidón sí comprendieron que los milagros realizados por el Señor eran signos evidentes de la llegada del reino. Ellos se abrieron al mensaje de salvación.
Es posible que algo parecido suceda entre nosotros. Formamos parte de familias tradicionalmente religiosas. Hemos sido bautizados de niños, y muchos hemos recibido otros sacramentos. Seguramente asistimos a actos religiosos con cierta frecuencia. Pensamos que ya estamos salvados y que no necesitamos signos que nos indiquen que el reino de Dios exige una conversión continua. Nadie tiene asegurada la salvación. En primer lugar, porque es un gracia, un don de Dios. Es decir, no depende de nuestros méritos. En segundo lugar, porque el reino de Dios es una fuerza que mantiene al creyente en continuo movimiento, en cambios permanentes, en actitud de conversión durante toda la vida. Este evangelio nos llama a superar la autosuficiencia religiosa que a veces nos engaña y confunde.