Postal a los jóvenes

“Amad a vuestros enemigos” (Mt 5,44)

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

Dios no discrimina a nadie. De su fuente siempre sale el amor. Su presencia amorosa en medio del mundo recrea cada día la confianza en tantos corazones. Quizás nunca lo has intentado. ¿Por qué no lo haces hoy? Pon ante ti a tus enemigos y ámalos. ¿Qué dirías si, entonces, tus oscuridades se volvieran luz de mediodía? A veces no sé por qué tengo amar a mi enemigo.

Tampoco sé por qué tengo que saludar a quien no me saluda. No sé muchas cosas. Pero Tú, que me amas, me dices que ame. Por hoy, solo por hoy, eso me basta.

La violencia tiene límites; el amor no. Jesús propone amar hasta lo inimaginable: hasta al enemigo. Llega a incluir dentro del concepto de “prójimo” no sólo “al que está cerca de mí”, sino también “a aquél a quien yo me acerco”, como queda de manifiesto en la parábola del samaritano, donde este hombre se acerca al malherido para curar sus heridas, y no tiene dudas en prometer al posadero que pagará todos los cuidados que tenga con el malherido hasta que esté restablecido del todo.

El discípulo debe adoptar esta actitud de amor sin fronteras, siguiendo el modelo de Dios, que manda luz, calor, agua y vida a todos por igual; a malos y buenos, a justos e injustos. Los cristianos tienen que practicar este amor universal, aunque con frecuencia no sean correspondidos. A la hora de amar, deben estar dispuestos a no hacer distinciones entre amigos y enemigos. Sólo de este modo llegarán a ser hijos de Dios, esto es, de su misma naturaleza; o lo que es igual, su actuar será siempre todo amor que se ofrece al otro para darle vida. Hacernos “prójimo” con los que más nos necesiten es un acto de amor sin precedente.

Es la misión de todo aquél que se hace llamar “cristiano”.