Postal a los jóvenes

La mujer

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

Ante el tráfico creciente de mujeres, vendidas y compradas mil veces como un objeto sexual, solo cabe una sanación que alcance también el mundo de los deseos, que es de donde nacen los abusos y las injusticias. Lo nuevo de Dios siempre comienza a nacer en tu corazón. Llevas dentro muchas semillas que, con cuidado, pueden convertirse en propuestas de dignidad y belleza para los más débiles.  

Tu mirar es amar. Enséñame a mirar a los demás como tú los ves. Enséñame a mirar embelleciendo a quien miro.

Mt 5,27-32: “Quien mira a una mujer deseándola, ya ha sido adúltero”

Jesús dice que no sólo comete adulterio quien le quita la mujer a otro, sino aquél que desea quitársela. En el Antiguo Testamento la mujer era considerada propiedad del marido, de modo que quitársela equivalía no tanto a un acto de deshonestidad, un pecado contra la pureza, como se decía antes, sino a un verdadero robo, una injusticia flagrante. 

 En esto consiste el verdadero adulterio, que no es otra cosa sino el deseo de arrebatar al prójimo su mujer. Queda claro que la mujer era considerada propiedad del varón; tal vez la propiedad más preciada, por encima de los esclavos, los animales u otras pertenencias 

Jesús no habla del divorcio como lo entendemos hoy, sino del repudio, o sea, de aquella institución judía establecida a partir de Moisés, no por voluntad divina, sino por testarudez humana, según la cual el varón –y no la mujer- podía despedir a su esposa en determinadas circunstancias.

El adulterio es un asunto grave, porque atenta contra la justicia y la castidad, y los hechos que lo provocan también son injustos. Jesús invita a que nuestras actitudes sean correctas; y para eso tenemos que pensar bien lo que debemos hacer. Si vemos que hay algo que hacemos injustamente, es mejor cortar con esa actitud (“sacarse el ojo, cortarse la mano”) y hacer siempre el bien, buscando la justicia y equidad, la verdad y el bienestar de todos y para todos. Es mucho mejor sacrificar una parte de la propia libertad moral que perderla por completo.