Postal a los jóvenes

Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Juan 3, 14-21

“En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

Estamos ante un discurso teológico típico del evangelio de Juan. La mejor manera de leer y meditarlo es yendo versículo por versículo. No es un discurso continuado, sino expresiones de fe de un grupo carismático que profetiza espontáneamente. Veámoslo:
vv. 14-15: 1) Levantada la serpiente 2) Levantado el Hijo del hombre
3) El creyente 4) Tiene vida eterna.
Jesús es levantado, de la cruz a la gloria. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12,32).
La cruz perdió el carácter de ignominia, es el primer paso a la Gloria. Ahí se inspiraron los artistas de arte bizantino, de tal manera que el Crucificado tiene la serenidad de un rey con faldón regio.

v. 16: 1) Tanto amó el Padre al mundo 2) que dio a su Hijo único
2) El creyente no perece 3) El creyente tiene vida eterna.
El Padre no podía dar más; dio a quien lo hace Padre. Sin el Hijo Dios no sería Padre. Con todos los respetos el dios del Judaísmo y del Mahometanismo es un Solterón; mientras que el dios Cristiano tiene entrañas maternales.
Creer-confiar en el Hijo es entrar en el circuito de Vida Eterna que fluye en la Trinidad.

v. 17 1) El Padre no envió a su Hijo para juzgar al mundo
2) sino para salvarlo.
Jesús no vino a juzgar; ya nos bastamos para juzgar a todo el mundo. Por eso, Jesús nos puede pedir que no juzguemos, ya que Él no juzga.
v. 18 1) El creyente no es juzgado 2) El no-creyente ya está juzgado
3) Por no haber creído en la Persona del Unigénito de Dios.
La fe-confianza en Cristo hace la diferencia entre ser juzgado o no. Como podemos percibir, no ha quedado muy claro por qué es así. Por esa razón, otro carismático/a redondea el pensamiento.

v. 19 1) El juicio: Viene la Luz al mundo 2) Prefieren las tinieblas a la luz
3) La razón: Porque sus obras son malas.
¿Dónde se basa el juicio condenatorio? En que los hombres prefieren las tinieblas de sus malas obras a la Luz transparente que emana de Cristo.
v. 20 1) El malhechor aborrece la luz
2) Para no sentirse censurado.
La maldad se camufla en la oscuridad, no va a la luz, teme ser censurado por su conciencia. De ahí que apague (deje sin luz) su conciencia a base de mucho ruido y alboroto. Le aterra el silencio de una oscuridad luminosa.
v. 21 1) El bien-hechor verdadero va a la luz
2) Sus obras manifiestamente están hechas según Dios.
No teme que el Salvador, que vino a salvar, pueda estar presente en su acción, incluso cuando puede tener fallos. Se siente acogido por este Cristo que es la Luz del mundo.

Gracias, Padre, porque nos diste a tu Hijo, casi, casi, vaciándote a Ti mismo por nosotros.
Gracias, Hijo, porque viniste a liberarnos de nosotros mismos y a llevarnos a la Vida plena-eterna.

Espíritu Santo, ilumina nuestras opacidades no para huir aterrados de tu Luz, sino para poder gozar en Vuestra Presencia de nuestros defectos y pecados, perdonados por Vos. Amén.